Miguel Ángel García Vega | 26 de octubre de 2012
Secuestros y asesinatos
Por si fuera poco, la presencia de esos grupos armados, que intentan controlar la producción y el comercio del metal, aumenta cada día. Esto se deja sentir con nitidez en Kivu, una zona en el noreste del país. Allí la producción estimada oscila entre cinco y siete toneladas de oro al año, lo que supone un valor que va de 285 a 400 millones de dólares. Pues bien, un porcentaje grande de esta cantidad –acorde con la organización americana– se encuentra en manos de grupos violentos que amenazan a los civiles con secuestros y asesinatos, entre otros abusos.
Pero para que el drama, en su desenlace más fatal, o sea, la pérdida de vidas humanas, se consume, resulta necesario leer una serie de capítulos, que nos llevan desde el Congo a Suiza pasando por Dubai.
El oro es vendido, sobre todo en áreas como Kivu, directamente a los contrabandistas, que lo transportan, explica Enough Project, en maletines a algunos países vecinos, como Uganda, Burundi o Tanzania, y de allí viajan por avión a Dubai. Donde, por lo que parece, los controles fronterizos no son particularmente exhaustivos. De hecho, si a los aduaneros se les ocurre preguntar, para evitar problemas, se justifican argumentando que el oro procede del sur de Sudán. Pero esto es una excepción. "Generalmente vuelo con el metal en mi equipaje de mano. Realmente nadie lo comprueba", cuenta Jacques, uno de estos contrabandistas, a Enough Project.
Una vez en Dubai, el metal se vende a comerciantes locales, que se encargarán de refinarlo o bien de transformarlo en joyas. Pero ¿por qué escogen este país? Básicamente debido a su localización geográfica, la escasa intromisión gubernamental –se estila el laissez-faire– y por la ínfima fiscalidad de las operaciones. Con estas credenciales, no extraña que un 25% de todo el oro del planeta se trate en ese emirato. Pero el viaje no termina aquí.
La mayor parte del oro refinado en Dubai llega a Suiza, en concreto a bancos como UBS o Credit Suisse, con el fin de ser vendido físicamente a inversores de todo el mundo, o para que sirva de contraparte a infinidad de productos financieros. De hecho, Dubai exportó en 2009 unos 10.500 millones de dólares (8.100 millones de euros) en lingotes, y la mayoría fueron –asegura Enough Project– al país helvético. Por lo tanto, la duda es: ¿cuántos de estos lingotes tienen sangre o abusos detrás? Habrá que empezar a preguntarlo con insistencia, porque uno solo ya es demasiado.
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