25/6/2017
Siempre ha sido una verdad generalmente aceptada que el buen periodismo
sirve para acotar y defender el territorio de la verdad informativa y ser
testigo de la decencia profesional. Con razón aconsejaba Montesquieu huir de
aquel país en el que los políticos y los poderosos pueden controlar la verdad.
En un país en que los periodistas se autoaplicaran estos códigos éticos es
seguro que un genovés como Francisco Marhuenda, director del periódico de ultra
derecha La Razón, tendría serias dificultades para ejercer como profesional del
periodismo. El mayor obstáculo para este periodista y su objetiva visión de la
realidad es que no se entera de qué va la cosa. Es una mente pensante inmersa
“en mil enredos”. Da la impresión de que hace diagnósticos equivocados de la
situación, como si el origen de los males nunca estuviese en las gestiones del
gobierno del PP, sino que todo es culpa de la oposición. Marhuenda es de los
que jamás acierta en la solución porque siempre se equivoca en el diagnóstico.
Los que acostumbramos a leer diariamente la prensa y escuchar algunas
tertulias, si pudiéramos prescindir de algunos pseudo periodistas superfluos,
permanentes mamporreros del poder, que desembarcan cada día en todas las
tertulias, del primero del que me desprendería sería del tal Francisco
Marhuenda. Sería una catarsis social e higiénica liberarse de escuchar a un
tertuliano insoportable, gesticuloso, engolado, con adherencias y ademanes
cursis y despectivos contra quien no piensa y siente como él; un sabelotodo
sectario que, como en aquellos cuentos de mi infancia, cual “Guerrero
del Antifaz defendiendo a su amada Ana María”, siempre está dispuesto a
defender a Rajoy. Marhuenda es la “Scheherazade” del PP, cada
día tiene que inventarse un cuento para mantener viva su incondicional fe y su
admirada y patética adulación al presidente del PP y a su gobierno.
Decía el sociólogo Ilvio Diamanti que “…ante la creciente debilidad
de la clase política actual, sus dirigentes y Gobiernos tienden a utilizar los
medios de comunicación para dirigirse a la sociedad, obviando los problemas
reales que les incomodan, en términos de encuestas, con exceso de datos
económicos, siempre favorables gracias a su buena gestión”. Esta y no otra
es la función periodística de Marhuenda: utilizar su diario, La Razón, como un
incensario a favor de su amado líder Rajoy “concitando en él -como su dios-
todo el bien sin mezcla de mal alguno”.
Marhuenda es de esos personajes, omnipresente en todas las tertulias, con
abundancia de papeles a su alrededor para impresionar, orgulloso de hablar de
sus numerosos títulos académicos, sin mostrar jamás documento que lo acredite,
con el fin de esconder sus carencias; preocupado en aparecer como persona
informada que todo lo sabe, con tendencia al ridículo y con una muletilla
permanente: ¡A ver si os enteráis!, lanzada a los de enfrente
-a los que considera rojos de izquierda-; si las tertulias no vivieran de
algunos papanatas, pocos le pondrían cara.
Con cierta repugnancia, para no contaminarme de mentiras y banalidades,
suelo leer en internet las primeras páginas del diario La Razón; dos son los
objetivos; uno, con lectura irónica, echar por encima un vistazo para ver las
sandeces sectarias con que se despacha este diario “a diario” y, dos, analizar
con escepticismo, cuando los incluye, los resultados de sus amañadas encuestas.
Sus encuestas son ya un clásico: siempre a favor de Rajoy y del PP y en contra
del PSOE y de Podemos. Para los amantes de autoflagelarse con discursos vacíos,
les recomiendo acudir a diario a escuchar los análisis matutinos de Francisco
Marhuenda en su página web del diario La Razón. Todo en él tiene un aire
irónico y grotesco; la inteligencia nos impide tomarle en serio. Pero en “esta
España” de “charanga y pandereta” (hoy Machado escribiría “de
Mesis y Ronaldos”) todo es posible; tal vez podría dirigir la Hoja
parroquial de su barrio, pero no solo dirige un periódico de ámbito nacional,
que ya es inquietante, sino que, además, ha sido y sigue siendo uno de los
incondicionales aduladores (él se dice colaborador) del actual presidente del
Gobierno.
Mantengo una hipótesis bastante simple con la consiguiente conclusión: si
son muchos los ciudadanos que leen y se nutren de la información sesgada que
selecciona, controla, destila y distorsiona el “panfleto” de Marhuenda y con él
forman su juicio u opinión de la realidad, no es de extrañar que gane el
Partido Popular; a ello ayudan, además, las encuestas fantasmas que publica y
confecciona a conveniencia para La Razón esa empresa de opinión llamada “NCReport”.
Admiro a Voltaire, pero dudo que en España se cumpla esa frase que, en un
arrebato de optimismo, se le ocurrió decir: “Algún día todo estará
bien, he aquí nuestra esperanza”. Mientras gobierne Rajoy y dirija
Marhuenda un periódico de tirada nacional, esa esperanza volteriana será una
pura quimera.
Y hago referencia a esa empresa de opinión “NCReport”,
porque por ella pude descubrir, no “la banalidad del mal” (expresión
acuñada por Hannah Arendt), sino “la banalidad de unas encuestas
inexistentes”, no realizadas por la empresa, pero sí publicadas, día sí y
otro también en tiempo de elecciones, por el diario “La Razón”. Encuestas con
simples datos, sin ficha técnica alguna, siempre en contra de Zapatero y los
socialistas y a favor de Rajoy y del PP.
Sostenía Aristóteles que “el conocimiento tiene su origen en las
respuestas que buscamos cuando las cosas nos producen admiración y extrañeza”.
Enorme extrañeza y no poca admiración me producía que fuese La Razón el diario
que en exclusiva utilizase NC Report, empresa de opinión pública desconocida. A
través de Google encontré su web, una web insulsa -a fecha de hoy lo sigue
siendo, aunque con mejorado diseño-, con domicilio en Cullera, carente de los
elementos básicos del marketing profesional y sin información alguna sobre el
organigrama de la empresa: quién era su equipo directivo y quiénes sus
profesionales y técnicos; los epígrafes de sus desplegables se limitaban a
exponer una sarta de vulgaridades obvias, carentes de lógica estadística e
información seria.
Cuando analicé su web, en el apartado “Garantías”, incluía (hoy
su web lo mantiene en su apartado “Compromiso de calidad”) una
extensa Guía PARA LA REALIZACIÓN DE SONDEOS DE OPINIÓN cuyo Copyright pertenece
a ESOMAR®/WAPOR 1998 y que cualquiera puede consultar en Internet en las
páginas web de todas las empresas públicas de estudios y sondeos de opinión y
electorales. En el apartado “Servicios” de la web, claramente
y sin disfraz, señalaba al servicio de quién trabaja NC Report, es decir, a
conveniencia de La Razón y de los intereses del Partido Popular y en los
apartados “Barómetros y Elecciones”, por todo contenido de su
profunda investigación, introducía sólo dos gráficas que hablaban por sí solas:
Una gráfica, titulada VOTO VÁLIDO A CANDIDATURA: señalaba solo
dos candidaturas: PP y PSOE. La gráfica del PP, subía y subía y la
del PSOE, bajaba y bajaba…
Otra, titulada POPULARIDAD: señalaba dos candidatos: Rajoy
y Zapatero. La gráfica de Rajoy, subía y subía…; la de Zapatero, en cambio,
bajaba y bajaba…!!!
En la web (“Contactos”) había un teléfono (hoy suprimido): 961 73 23
80; llamé y lo cogió una persona (don Alfredo Martí) que me dijo ser el
responsable de información de la empresa. Le expuse que como votante y persona
curiosa e inquieta, ciudadano libre, no sometido a presión de partido, estaba
haciendo un trabajo sobre las empresas de opinión, fundamentalmente de aquellas
que se dicen especializadas en sondeos electorales. Pregunté al señor Martí si
me podría informar cuántas encuestas había realizado NC Report para
el periódico La Razón, para qué situaciones o eventos y en qué fechas; apenas
me supo enumerar alguna concreta, excepto la llevada a cabo para las elecciones
al Parlamento Europeo de 2009, de la que me añadió eufórico que sus datos
anticipados se habían ajustado a los resultados finales.
Le hice saber que en la celebración de cualquier tipo de elecciones, la
publicación de sondeos o encuestas debe ir acompañada de una serie de datos
técnicos, esenciales para evaluar la fiabilidad de los datos publicados e
interpretarlos fielmente; entre los cuales se encuentran: a) el
nombre del organismo o entidad que realiza el sondeo, así como el de la empresa
que haya encargado su realización; b) las características
técnicas del sondeo, incluyendo necesariamente, el sistema de muestreo, el
tamaño de la muestra y su extensión geográfica, el universo representado, el
método de muestreo utilizado, el método para la recogida de la información, el
margen de error de la misma, el nivel de representatividad, el procedimiento de
selección de los encuestados, la fecha de realización del trabajo de campo
y c) el texto íntegro de las cuestiones planteadas y número de
personas que no han contestado a cada una de ellas.
Le expuse al señor Martí que la publicación de estos datos está obligada por
la LOREG (Ley Orgánica del Régimen Electoral General), y que las organizaciones
profesionales de investigación de opinión pública deben tener suscrito un
Código Internacional sobre publicación de resultados, obligatorio para sus
miembros, que incluye básicamente los mismos datos, de tal manera que, aún en
periodos no electorales, la publicación de cualquier encuesta los debe incluir.
Ante la escasa y vana información que ofrece la web de NC Report, las
dubitativas y poco coherentes respuestas que me da el señor Martí, la claridad
de las recomendaciones de ESOMAR en la publicación de tales encuestas y la
frivolidad con la que LA RAZÓN utiliza a conveniencia (siempre “pro
domo sua”) los datos que saca de las dudosas encuestas realizadas por NC
Report, le pregunté, asimismo, cuáles eran las herramientas que utilizaba la
empresa en los sondeos, de qué plataformas de CATI disponía con el fin de
depurar los datos a medida que se van recogiendo y de cuántos equipos en la
Plataforma de CAPI, cuáles eran sus técnicas de investigación científica,
cuáles los datos cuantitativos y cualitativos del muestreo, cómo elaboraban los
items y qué cantidad de ítems empleaban para obtener los resultados de la
información pretendida…, ya que la validez y el valor de los sondeos de opinión
pública dependen de tres factores principales:
o
de la naturaleza de las técnicas de investigación empleadas y la eficiencia
con que se apliquen,
o
de la honestidad y la objetividad del instituto o empresa de investigación
que efectúa el sondeo y
o
de la manera en que se presentan los resultados y los usos para los que se
emplean por parte de las empresas contratantes.
Me respondió, confuso, que lo ignoraba. Le aclaré que las encuestas que La
Razón publica permanentemente no aportaban los datos de la ficha técnica. Y que
si él, como responsable de la empresa, apenas me sabía enumerar qué encuestas
había realizado NC Report para La Razón, ¿desde qué ética profesional permitían
que se publicasen lo que no se había realizado?
Doy por terminada la conversación, con la duda despejada de que las
encuestas de La Razón, atribuidas a NC Report, se realizaban con la técnica
del “Pinto, pinto, gorgorito, a éste (Rajoy y PP) le sumo y a ése (PSOE
y UP) le quito”. Ignoro si a fecha de hoy, han modificado la práctica; lo
que sí tengo constatado es que, en las encuestas últimas, aparece una escueta y
poco significativa “ficha técnica”.
Pasadas apenas unas horas de hablar con el señor Martí, el día 24 de
octubre de 2011, recibo en mi casa una llamada desde el número 91 32470.. de
una persona que se presenta como Francisco Marhuenda; dice ser Director de La
Razón. Acostumbrado a escuchar algunas tertulias, le reconozco por el tono de
voz, aunque le hubiese reconocido, igualmente, por la forma prepotente con la
que acostumbra a acompañar, en sus argumentarios, sus vacuas intervenciones
carentes, casi siempre, de razones y de objetividad… ¡Qué paradoja humorística
que quien dirige ese libelo titulado “La Razón” argumente sin razones!
Como Quevedo en “El Buscón”, me puso de “chupa de dómine”; en
su alterada requisitoria telefónica, además de amenazarme con denunciarme a la
policía por haber llamado a NCReport, me espeta que “los del PSOE
estamos muy nerviosos ante el batacazo de estas próximas elecciones”; le
contesté que ignoraba yo de dónde deducía que soy del PSOE; bueno, sí lo sé, le
respondí: emplea usted los mismos procesos inductivos y hermenéuticos que con
los datos de NC Report, de una encuesta “nada”, imprime en su periódico unos
datos “mierda”; me tildó de rojo necio, al servicio de la izquierda y casi me
envía a iniciar estudios, para poder situarme a la altura de “su dignísima e
ilustrada señoría”. Le dije que, al invadir mi casa, le estaba grabando y que,
como en los duelos verbales, para lavar mi honor, le enviaría “el guante en
forma de carta”.
Y así hice; le escribí una extensa carta, días antes de las elecciones del
20 de noviembre. En ella, además de las reflexiones que le hice por teléfono al
señor Alfredo Martí, le añadí estas otras:
o
Tengo claro, señor Marhuenda, que la falsa información produce basura y se
convierte en propaganda; que muchos periodistas audaces a veces engañan y que
la falta de datos serios y objetivos, científicamente contrastados, da ocasión
a la manipulación y posibilita el fraude y el engaño informativo. Sabe usted
mejor que yo, don Francisco, que el mejor control que existe sobre estas
empresas encuestadoras es el mercado, pues quien falsifica datos y los publica
en un proceso electoral cae en el descrédito y tal vez, en un delito (los pillastres,
a la larga, son ubicados y colocados en su lugar por la opinión pública).
o
La experiencia nos enseña que sólo sobreviven a lo largo del tiempo las
empresas que mantienen una ética rígida y un nivel técnico alto y que los datos
de una encuesta en manos de malos profesionales en esta materia,
interesadamente interpretados, son peligrosos. Todos sabemos que las encuestas
de opinión son auxiliares de la democracia directa pero que la cocina
tendenciosa de sus datos y cifras no puede reemplazar a los procesos
electorales.
o
Espero que no ignore, señor Marhuenda, que el Código Internacional de
Prácticas para la Publicación de Resultados de Sondeos de Opinión Pública,
establecidas en el Código internacional CCI/ESOMAR para la Práctica de la
investigación Social y de Mercados, ha establecido que se apliquen para regular
la publicación de sondeos y salir al paso de que al publicar los resultados
puedan éstos presentarse de manera provocativa o tendenciosa, estas
recomendaciones específicas sobre la publicación de tales encuestas. Entre las
que el punto 3 dice textualmente:
“Los sondeos de opinión juegan un papel valioso en la sociedad actual. Es
deseable que tanto el público en general como los políticos, medios de
comunicación y otros grupos interesados tengan acceso a través de tales sondeos
a una medida exacta y no sesgada de las actitudes e intenciones del público. Es
sabido que existen preocupaciones sinceras sobre los posibles (aunque no
probados) efectos que ciertos sondeos podrían teóricamente tener sobre el voto
u otros comportamientos. Sin embargo, la alternativa es que el público quede
expuesto solamente a informaciones carentes de fundamento científico y
probablemente inexactas sobre la situación, en muchos casos, presentadas por
personas u organismos con un conocimiento insuficiente de la naturaleza de la
información que usan o con una presentación muy partidista de los hechos. El
objetivo de este Código es reducir el riesgo de engañar al público mediante
sondeos inadecuados o mal presentados”.
Existe, señor, Maruenda, un error muy común entre los periodistas, entre
ellos incluyo a algunos de La Razón: creen que la principal información que
aporta una encuesta consiste en adivinar el porcentaje de votos que obtendrán
los candidatos el día de las elecciones, marcando casi en exclusiva la
diferencia en porcentaje de votos que existe entre los candidatos. Ignoran que
el resultado de esa diferencia es solamente un dato de los tantos que debe
aportar una encuesta científica y honestamente realizada y que los números
deben ser leídos por especialistas que saben narrarlos e interpretarlos sin
sectarismos desde un foro de debate ético y objetivo, sin dejarse guiar ni por
filias ni por fobias. Y la primera condición (una encuesta científica y
honestamente realizada) no la cumple NC Report, y la segunda (especialistas
que saben interpretar los datos sin sectarismos) no es una cualidad de su
periódico. A NC Report le falta profesionalidad y a La Razón, ética
periodística.
Y ya para finalizar, pues estaba cerca el día 19 de noviembre, día de
reflexión electoral, le recomendaba en mi carta la lectura de estos versos
finales de un poema (Los cobardes) de Miguel Hernández:
……..
Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
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