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16 de agosto de 2012

La nueva estrategia de EE UU. Último intento por mantener el dominio mundial


El declive del poder de EE UU es imparable.
. La nueva estrategia de defensa de EE UU.
El último intento por mantener el dominio mundial
VS 0 | | sección: web | 14/02/2012
Alberto Cruz (CEPRID)
Esta constatación, ya poco cuestionable, se confirma cuando se analizan decisiones de la Administración Obama como la que se ha puesto en práctica el mes de enero de 2012: una nueva concepción de la defensa que desarrolla la Estrategia de Seguridad Nacional de 2010, obsoleta en algunos de sus planteamientos por la rapidez con que se ha movido la geopolítica en estos dos últimos años (de hecho, ahora se reconoce así cuando se afirma que una de las razones que ha llevado a EE UU a adoptar esta medida es la constatación de que “no podemos predecir cómo va a evolucionar el entorno estratégico con absoluta certeza” en los años venideros).
EE UU falló en sus predicciones hace dos años y ahora se cura en salud en una sorprendente, por lo atípica, actitud casi autocrítica.
A la hora de hablar de la política exterior de EE UU, cuya base es la ESN, hay que partir de una premisa: el afán de seguir la estrategia diseñada a comienzos de la década de 1950 por Hans Morgentahu, el teórico del llamado “realismo político” en las relaciones internacionales, quien afirmaba que “la política de EE UU, en su lucha constante y perpetua por el poder mundial, tiene que desarrollarse en tres formas: la política de statu quo, la política de prestigio y la política imperialista” (1).
Asumida como tal por EE UU después de la II Guerra Mundial se ha mantenido inalterable durante seis decenios, desarrollándose con mayor o menor intensidad una u otra de estas formas tanto durante la etapa de confrontación con la URSS en la guerra fría como los dos decenios en los que EE UU ha ejercido como la única superpotencia mundial tras el desmoronamiento de la Unión Soviética.
Sin entrar en consideraciones académicas, sí cabe mencionar que estos tres ejes de la política exterior estadounidense se han venido poniendo en práctica de forma individual y/o en conjunto siempre que EE UU lo ha estimado necesario, con independencia del inquilino de la Casa Blanca, y con el objetivo explícito de afirmar sus”intereses nacionales vitales” en todo el planeta.
Sin embargo, ahora la situación mundial hace inviable esta histórica aplicación de la política exterior estadounidense. El surgimiento del eje BRICS –especialmente China- y el rechazo a EE UU que se ha hecho visible en las revueltas árabes –por matizado que sea en función de los países-, así como el despertar regional latinoamericano -con iniciativas que aún tienen que cuajar como la CELAC o la UNASUR, pero que demuestran una voluntad de alejarse de su vecino del norte-, deja como único eje sobre el que pivota la dominación mundial de EEUU la política imperialista basada en su superioridad militar.
Pero esta, a su vez, se tiene que enfrentar a un declive económico que afectará a medio plazo a la presencia militar estadounidense en todo el mundo, razón por la que ahora EE UU se vuelve un ferviente partidario de la “multilateralidad” y un defensor a ultranza de los organismos multinacionales como la ONU, así como la búsqueda de aliados que secunden su política (bien los países de la OTAN o, ahora, la Liga Árabe).
Enfrentar este declive es lo que pretende la nueva concepción de la defensa que adelantó Obama el 5 de enero y que se ha conocido con detalle en la presentación oficial de la misma el 26 de ese mismo mes. El documento que la recoge no puede tener un título más explícito: “Sustentando el liderazgo global de EEUU: prioridades de la Defensa para el siglo XXI” (2). Pero no es más que un desesperado intento, puede que el último, de mantener el dominio mundial.
Es tradición en EE UU que con cada presidente se impulse una ESN. Eso no quiere decir que se rompa con la de su predecesor puesto que, en muchas ocasiones, no ha sido más que una simple continuidad.
Es lo que hizo Obama al llegar a la presidencia. Su primera ESN se promulgó en 2010 (3) aunque se decía claramente que era una ESN “de transición” puesto que la Administración Obama se obligaba a ocuparse “de los problemas y retos contraídos con anterioridad” (es decir, las guerras de ocupación en Irak y Afganistán) antes que a afrontar “los nuevos retos” que aparecían en el horizonte de EEUU.
Esos “nuevos retos” eran Rusia, China e Indonesia (por este orden); Oriente Próximo se consideraba “seguro” –la atención preferente se centraba en Irán-, y aparecía una mención algo preocupante a Brasil –como el eje sobre el que iba a pivotar una política latinoamericana más autónoma respecto de EE UU-.
Las revueltas árabes demostraron la errónea apreciación de esa ESN respecto a Oriente Próximo, tal y como se viene a reconocer ahora.
Al haberlo considerado “seguro”, EE UU fue pillado claramente a contrapié y tuvo que ir a remolque de lo que le dictaban socios menores –como Turquía y Arabia Saudita (4)- que supieron aprovechar el desconcierto estadounidense y afianzarse como potencias regionales hasta el punto que EE UU aún no ha podido recuperar su papel en esa zona y no es probable que lo haga en los términos en los que había ejercido su poder hasta ahora.
Un ejemplo es que por la crisis económica se ve constreñido a reducir de forma significativa la asistencia económica a los nuevos gobiernos (al Egipto de la junta militar sólo le ha podido ofrecer 1.000 millones de dólares). Por el contrario, Arabia Saudita es quien ha tomado el relevo económico en la zona y comprado voluntades con ello (Túnez es el caso más evidente).
De una forma simple, se puede decir que en las relaciones internacionales la riqueza fortalece el poder de una nación y el poder es un medio para incrementar esa riqueza. EE UU no tiene en estos momentos ni una ni otro. La pregunta que se hace casi la totalidad del establishment estadounidense es ¿puede EE UU seguir siendo la mayor potencia mundial, pero sin ejercer la misma influencia que antes disfrutaba? (5).
Como ese es el caso, entonces EE UU debe diseñar una estrategia global que reconozca esta nueva realidad. Eso es, ni más ni menos, lo que se intenta con la nueva concepción de la defensa que pretende “adecuar” la ESN de 2010 a los nuevos tiempos.
El que se presente en un año electoral como es este 2012 –en noviembre habrá elecciones presidenciales- indica o bien una confianza en la relección de Obama o bien que, al igual que hizo Bush con él, va a hipotecar los primeros años de la administración republicana. Por el momento, e inmersos en una lucha interna por ver quién va ser el contrincante de Obama en las presidenciales de noviembre, los republicanos se han referido a la “nueva” ESN con una ligera protesta al considerar, lisa y llanamente, que no sólo supone una “desinversión” en la industria militar sino una “retirada [del papel] de EEUU en el mundo”.
Europa y Oriente Próximo
Para empezar, la nueva concepción de defensa que desarrolla la ESN de 2010 reconoce la crisis económica por la que atraviesa el país y establece una reducción de 487.000 millones de dólares en el presupuesto destinado a defensa hasta el 2020 y una reducción de 100.000 soldados (80.000 del Ejército de Tierra y 20.000 de la Marina).
Al mismo tiempo, se plantea una reducción de gastos en la compra de algunos aviones (a solventar con la modernización de otros como los C-130) o en la partida referente a los “contratistas” y la retirada del servicio operacional de una parte del material bélico, especialmente aviones (100 aparatos C-5A Galaxy y C-130 Hércules).
También reducirá (sin cuantificar) el número de armas nucleares estratégicas en lo que parece un guiño a Rusia, que en esta nueva concepción de la defensa aparece ya como el segundo país del que preocuparse y no como el primero, puesto que ahora se otorga a China.
Aunque es real, la reducción en el presupuesto tiene algo de trampa puesto que a raíz de la guerra contra Yugoslavia (1999), más luego las de Afganistán e Irak, el presupuesto de defensa en 2010 prácticamente era el doble que el de 1998.
Y es precisamente en la retirada de las tropas de Irak y de Afganistán donde la Administración Obama justifica la reducción: “la pregunta que tenemos que hacernos es qué tipo de estrategia militar necesitamos mucho tiempo después de que las guerras de la última década se hayan terminado”, dijo Obama el 5 de enero. Y añadió: “debemos tener unas Fuerzas Armadas ágiles, flexibles y listas para toda la gama de contingencias y amenazas” (6).
Para afrontar estas “contingencias y amenazas” se establecen tres áreas fundamentales para el desarrollo de la nueva estrategia: 1) reducción de las fuerzas convencionales de EE UU en Europa; 2) consolidación de su presencia en Oriente Próximo, y 3) reorientación hacia la zona Asia-Pacífico. Veámoslo con algo más de detenimiento.
1.- La reducción de las fuerzas estadounidenses en Europa es consecuencia de la confirmación oficial del fin de la guerra fría con Rusia. Para EE UU el peligro ya no viene de Rusia en primer lugar (como sí se hacía en la ESN de 2010), sino de China y –en menor medida- de Irán, por lo que hay que reacomodar sus tropas en zonas próximas a estos países.
La amenaza principal ya es China -Rusia está rodeada de países de la OTAN y a quien se apunta con el “escudo antimisiles”- por lo que es así como hay que interpretar el establecimiento de una base militar en Darwin (Australia), las negociaciones para reabrir la de Subic Bay en Filipinas, conversaciones en el mismo sentido con Vietnam y Tailandia y el reposicionamiento de gran parte de la flota naval tanto en aguas del Golfo Pérsico como en el Mar Meridional de China y toda la zona próxima a Japón. El pasado 5 de febrero se anunció la modificación del acuerdo vigente con Japón para el “reacomodo” de parte de los 50.000 soldados estadounidenses acantonados en la base de Futenma (Okinawa) en la isla de Guam (7).
Además, el documento menciona en varias ocasiones la importancia que adquiere la OTAN como “ancla de esperanza” de la estrategia global de EE UU en el siglo XXI. Es un hecho desde hace tiempo que el papel de la OTAN ya no está circunscrito a los límites territoriales establecidos en el Atlántico Norte. Su presencia en Afganistán o Libia son una muestra evidente de ello y, también, el acuerdo alcanzado en 2008 al margen de las estructuras de la ONU (directamente con su secretario general, el dócil y sumiso Ban Ki-moon, lo que fue criticado con dureza por Rusia) para que la OTAN asuma el papel que ahora tienen los “cascos azules”. Esta es la razón por la que EE UU se ampara cada vez más en ella para sus intervenciones militares en el extranjero buscando más un sistema de alianzas que imponiendo su clásica actitud unilateralista.
Pero reducción de tropas no es retirada. EE UU está lejos de retirarse de Europa. La reducción es obligada puesto que en Alemania está surgiendo un fuerte componente nacionalista que ve más como un inconveniente que como una ventaja para su papel como potencia regional la presencia militar estadounidense en su suelo.
Alemania no participó en la agresión a Libia, por ejemplo. No lo refleja el documento, pero la prensa estadounidense ha justificado la nueva estrategia de defensa en que es conveniente la reducción prevista “porque Alemania quiere ser ella misma” y porque “hay que hacer un gran esfuerzo de imaginación para pensar que Rusia es una amenaza para Europa occidental” (8). Lo que se va a retirar de Europa son sólo dos brigadas de combate, unos 7.000 soldados, todos de Alemania. Y es que en este país hay 54.000 efectivos militares estadounidenses, 11.000 en Italia, 9.400 en Gran Bretaña, 1.500 en España y 68 en Francia, por mencionar sólo a unos cuantos países. EE UU tiene en Europa 80.000 soldados, por lo que la reducción no llega siquiera al 10% del total.
Por lo tanto, y como dice el documento, lo que se propone Washington con esta ESN revisada es “aprovechar una oportunidad estratégica para equilibrar la inversión militar de EE UU en Europa” para que pueda centrarse en el desarrollo de ”capacidades de futuro” que son adecuadas para “una época de recursos limitados”. El nuevo mantra es ”defensa inteligente”. Por supuesto, “los compromisos de los Estados Unidos con el artículo 5 de la Carta Atlántica”, es decir, el acudir en ayuda de cualquier país de la OTAN si es atacado, “se mantendrán firmes”.
Obsérvese que se menciona la parte occidental de Europa, no la oriental como zona exenta de la “amenaza” rusa. El documento cita a Rusia como el país con el que EE UU seguirá enfrentándose de forma selectiva puesto que señala la “determinación de EEUU de involucrarse en los problemas de seguridad y los conflictos no resueltos en Eurasia”.
Es decir, Kazajstán, Uzbekistán, Kirguistán, Tayikistán y Turkmenistán son países que a partir de ahora pasan a ser determinantes para EE UU. Con ello EE UU pretende debilitar el proyecto ruso-chino de crear la Unión Euroasiática, decidido el pasado mes de octubre tras una visita de Putin a Beijing en la que se firmó un acuerdo estratégico entre los dos países que pone fin al poder de Occidente (9). Consciente de esto, Rusia ha decidido no quedarse quieta y el 6 de febrero anunció el reforzamiento de sus bases militares en las repúblicas caucásicas de Abjasia y Osetia del Sur (10).
2.- Siguiendo este hilo argumental sobre Eurasia, la nueva estrategia estima que Al-Qaeda se ha vuelto ”menos capaz”, pero no obstante, es una organización que se mantiene activa y seguirá siendo una amenaza para los intereses de EEUU y para el ”futuro inmediato” dado que tendría “grupos durmientes en Asia y Medio Oriente”. En concreto, el documento menciona a Pakistán, Afganistán, Yemen, Somalia “y otros lugares”, que no especifica, en los que Al-Qaeda estaría presente.
EE UU justifica así su presencia en estas dos regiones del mundo siguiendo la estrategia de Bush de “guerra contra el terrorismo”. El eje entre las dos zonas es Afganistán. En este país la nueva ESN contempla “una mezcla de la acción directa y la asistencia a las fuerzas de seguridad”. Por lo tanto, una importante presencia de las tropas de combate de EE UU y las fuerzas especiales se mantendrán en Afganistán durante un largo tiempo –por lo que hay que relativizar la supuesta retirada de este país- y la amenaza de Al-Qaeda se espera que proporcione la coartada necesaria para que el gobierno colaboracionista de Kabul acepte el establecimiento de bases permanentes de militares de EE UU.
Dado que las revueltas árabes pillaron por sorpresa a EE UU que, hay que reiterar, en 2010 consideraba la zona “segura” para sus intereses, ahora se menciona Oriente Próximo como una zona en la que EE UU se enfrenta tanto a “oportunidades estratégicas como a desafíos”. En las oportunidades están los nuevos gobiernos surgidos tras ellas, a quienes dice apoyar por compartir “los anhelos de los pueblos”; en los desafíos aparecen los “extremistas violentos” y la posibilidad de que se hagan con armas de destrucción masiva. O sea, la misma y burda excusa de Irak o ahora el tema nuclear de Irán.
Es por ello por lo que EE UU reforzará la seguridad del Golfo Pérsico “en colaboración con los países del Consejo de Cooperación del Golfo” con una finalidad claramente expresada: “evitar que Irán tenga el arma nuclear y contrarrestar sus políticas de desestabilización”. Aquí no va a mover un solo soldado y, por el contrario, se muestra partidario de aumentar sus bases. Y todo ello se hará al mismo tiempo que mantiene su “firme” compromiso con la defensa de Israel.
Pero dado que en Oriente Próximo hay “agentes no estatales” capaces de desarrollar una “guerra irregular” –una denominación que ha empezado a tomar cuerpo dentro del Pentágono tras la derrota de Israel en la guerra contra Hizbulá en 2006- hay que fortalecer una Fuerza Conjunta capaz de actuar tanto “contra el terrorismo como en una guerra irregular aprendiendo de las lecciones aprendidas en la década pasada”. Y es muy significativo que en todo el documento sólo se mencione uno de esos “agentes no estatales”: el movimiento político-militar libanés Hizbulá, al que se califica de “organización terrorista”.
En todo momento “las fuerzas estadounidenses van a operar, cuando sea posible, con aliados y fuerzas de coalición”. Esta es una de las principales novedades de la nueva estrategia de defensa y ya se está poniendo en práctica con la Liga Árabe.
Asia-Pacífico
3.- La forma de actuación será tanto la clásica -“una campaña de armas combinada en todos los dominios, terrestre, aéreo y marítimo”- como la guerra cibernética. Aquí es donde entra el principal enemigo, China, y el secundario, Irán, a quien por lo que se deduce del documento se le otorga un poder en este campo mucho mayor del que se creía. No en vano, parece haberle hecho mucho daño a EE UU la captura por Irán del avión espía no tripulado de última generación RQ-170 el pasado diciembre cuando recopilaba información en territorio iraní.
Para EE UU hay zonas que pueden serle vetadas a corto y medio plazo. El documento habla de “desafíos” a los que se enfrenta EE UU por parte de “adversarios que utilizan la guerra asimétrica, incluyendo la guerra cibernética y electrónica, balística, misiles de crucero, avanzados sistemas de defensa antiaérea, minería y otros métodos para complicar nuestros cálculos operativos”. Y menciona a dos de esos adversarios: “estados como China e Irán seguirán persiguiendo los medios asimétricos para hacer frente a nuestras capacidades y nuestro poder”.
La mención a la minería como amenaza sólo se entiende si te tiene en cuenta que China es el principal exportador de las denominadas “tierras raras” (controla el 95% del comercio mundial) en las que se han descubierto minerales imprescindibles para la industria más sofisticada. En estos momentos, China mantiene un contencioso legal con la Organización Mundial de Comercio porque este organismo, a instancias de EE UU, la prohibido a China limitar sus exportaciones de estas materias primas en nombre del “libre comercio”.
China ha contestado a esta prohibición con una frase lapidaria, “obtener la aprobación de Occidente no es nuestra principal preocupación”, al tiempo que ha hecho una petición expresa para que se renueven las normas bajo las que se rige la OMC: “la OMC no sólo debe defender el libre comercio, sino también permitir a sus miembros a tomar las medidas necesarias para proteger el medio ambiente y los recursos naturales”, dice un comunicado oficial del Ministerio de Comercio (11).
Esto es lo que hace que EEUU establezca “la necesidad de requilibrar [su presencia] hacia la región de Asia-Pacífico”. Esta se ha convertido en la prioridad para EE UU, que siente una necesidad de la que depende su hegemonía como superpotencia, la de hacer frente al desafío que le plantea el creciente poder regional y mundial de China. Ya lo dijo Obama en su discurso del 5 de enero: ”vamos a fortalecer nuestra presencia en la región de Asia-Pacífico, y las reducciones de presupuesto no serán a costa de esta región crítica”.
Por lo tanto, y dado que se reconocen dificultades financieras, si no se va a reducir aquí hay que hacerlo en otro sitio. Esta es la razón del por qué se actúa ahora con Europa como se hace, se deja fuera de juego material militar algo viejo y costoso de modernizar y se hacen guiños a Rusia con el arsenal nuclear.
El documento sobre la nueva estrategia de defensa lo deja bien claro: “los intereses de EE UU están inextricablemente ligados a la evolución del arco que se extiende desde el Pacífico Occidental al Este de Asia en el Océano Índico y el Pacífico Sur”. Y no quedan dudas cuando se lee más abajo que “a largo plazo, el surgimiento de China como potencia regional [no se le reconoce la categoría de superpotencia, aunque ya para el 2018 será la primera economía del mundo, ocho años antes de lo que había predicho Goldman Sachs el año pasado] tendrá el potencial de afectar la economía de EEUU y nuestra seguridad en una gran variedad de formas”.
Curiosamente, en paralelo a este documento EE UU anunció que para el año 2018 va a disponer de una base permanente de aviones no tripulados en la zona de Asia. Por una parte, se reduce la parte obsoleta de la fuerza aérea; por otra, se apuesta por las nuevas tecnologías y el uso de aviones no tripulados.
Está clara, por lo tanto, la intención de EE UU de mantener –e incrementar- su presencia militar tanto en el Golfo Pérsico como en el Mar Meridional de China, aunque lo hace arropado con el discurso del libre comercio y de la libertad de navegación: “EE UU continuará ejerciendo su papel global como superpotencia para proteger la libertad de acceso al patrimonio mundial en las áreas que no están dentro de la jurisdicción nacional y que constituyen el tejido conjuntivo fundamental del sistema internacional”. Es decir, el petróleo.
El caso del Golfo Pérsico es conocido y no hay que olvidar que en el Mar Meridional hay un contencioso –que está alentando EE UU- entre China y Vietnam por las islas conocidas como Spratly (Truong Sa para los vietnamitas, Nansha para los chinos), bajo cuyas aguas se estima hay ingentes cantidades de petróleo y gas. La idea que subyace de la nueva estrategia de defensa es muy similar a la aplicada durante la guerra fría con la URSS: presencia global y alguna demostración de fuerza para frenar el avance de China.
Además, se permite el lujo de recriminar a China su política militar: “el crecimiento del poder militar de China debe ir acompañado de una mayor claridad de sus intenciones estratégicas con el fin de no causar un enfrentamiento en la región”. Desde luego, las intenciones de EE UU son bastante claras puesto que quiere controlar rutas marítimas vitales y enormes cantidades de petróleo y gas sin explotar aún. Pero los chinos son duros de roer. El Ejército Popular de Liberación ha dicho que “toma nota” de la actitud de EEUU y le ha advertido que se abstenga de continuar por esa línea (12).
El contralmirante Yang Li, geoestratega de la Universidad de Defensa Nacional, ha dicho que lo que pretende EE UU es “socavar la modernización militar de China”. Que no diga un militar es normal, pero cuando ese es el sentimiento general –como se expresa de forma palmaria en un editorial del diario Global Times- y se pide al gobierno chino que “guarde algunas iniciativas estratégicas contra EE UU para contrarrestar su política de contención”, la cosa indica que se está a punto de cruzar la línea roja de lo que puede aguantar China.
Pero, por si fuese poco, se pide al gobierno “reforzar las capacidades ofensivas de largo alcance con mayor persuasión militar contra EEUU para que se percate [EEUU] de que no puede detener el ascenso de China y que le convenga más ser su amigo” (13).
Es obvio que China lleva una gran ventaja a EEUU en el ámbito económico (en diciembre el renmimbi (yuan) ha marcado un hito histórico en el cambio respecto al dólar y ya se están realizando transacciones económicas en las que se prescinde del dólar en el comercio exterior chino), pero aún no está en condiciones de alcanzar la prioridad estratégica militar a corto plazo. Sí se está preparando para ello y, en concreto, para asegurar las rutas marítimas para su comercio. Ya cuenta con bases militares en el extranjero (Sri Lanka y Scheylles), ha desarrollado su primer portaviones y el super avión J-20 –el cazabombardero más avanzado del mundo hasta ahora (14)- ya realiza vuelos de prueba a total satisfacción y tiene muy preocupados a los militares estadounidenses porque cuando sea operativo ya no tendrían la aplastante superioridad aérea que tienen ahora.
Alguna reflexión final
El impacto de la nueva estrategia de defensa en los conflictos regionales y la política mundial sólo puede ser evaluado a medio y largo plazo. Hay que ver si la afirmación sobre que la intención de EE UU de “renunciar a la doctrina de contrainsurgencia, invasiones sobre el terreno y operaciones en tierra” que recoge el documento es real o no.
Por el acontecer sirio, parece que el estilo de intervención miliar en Irak puede ser descartado al menos mientras dure la crisis económica. Por lo ocurrido en Libia, parece que EE UU ha apostado por sustituir la agresión militar clásica directa e impulsar a la misma a sus socios y subalternos de la OTAN y de la Liga Árabe.
Por lo tanto, si el expediente de Siria sirve como modelo de análisis, aunque se mantenga la presión contra Irán va a ser imposible el cambio de gobierno que alienta EE UU –y sus aliados del Consejo de Cooperación del Golfo- sólo con bombardeos. Si las guerras de Irak y Afganistán han ido muy mal, no es difícil imaginar lo que ocurrirá en un país con una larga historia de resistencia y revolución cuyo sistema de gobierno, además, cuenta con una base social importante por mucho que en Occidente se magnifiquen las expresiones de descontento.
Así pues, no es tan fácil un ataque a Irán aunque el comportamiento de EE UU se parezca cada vez más al de un animal herido y, por lo tanto, se vuelve mucho más peligroso.
Primero, porque sea Israel el brazo ejecutor o no, para EE UU sería como morir matando puesto que las consecuencias serían catastróficas no sólo en la zona, sino en todo Oriente Próximo.
Segundo, porque tanto Rusia como China están demostrando en el caso sirio que se acabó el mundo unipolar y que la antigua superpotencia y la superpotencia en ciernes tienen mucho que decir en el tablero geoestratégico. Tanto Siria como Irán son sus líneas rojas, Siria para Rusia e Irán para China.
Y Siria es la antesala de Irán para Occidente y las monarquías del Golfo. Rusia y China no van a dejar que caigan porque si así fuese estarían tirando piedras contra su propio tejado. Y tras la aprobación de la nueva estrategia de defensa de EE UU tienen muy claro que no hay que hacer ninguna concesión a un enemigo cada vez más débil.
Es tanto en Siria como en Irán donde Rusia y China han decidido escenificar claramente el fin del mundo unipolar y el surgimiento de una nueva era geoestratégica. Vienen a decir que por mucha nueva estrategia de defensa, y por mucho se les amenace, loa situación nunca será la misma antes.
El doble veto –por segunda vez- en el Consejo de Seguridad de la ONU marca un hito. Si la primera (octubre) pretendía dejar claro que ni iba a haber otra Libia, la segunda (febrero) muestra una decidida postura geopolítica sobre el futuro de Irán, el control del petróleo en la zona y el combate conjunto por el declive de Occidente a nivel mundial. A EE UU y a sus satélites sólo les queda violar, de nuevo, el derecho internacional. Con la apuesta que se hace, por necesidad, con la “multilateralidad” y la ONU es muy improbable. Hay, por lo tanto, un nuevo equilibrio en la estructura de poder internacional.
La nueva estrategia de defensa de EE UU ya ha provocado un primer efecto: reforzar el acuerdo de cooperación estratégica alcanzado en octubre por Rusia y China. Hasta ahora ambos países se habían mostrado muy comedidos y moderados respecto a Occidente. Pero la expansión de la OTAN y el escudo antimisiles han hecho enfurecer a Rusia y el giro hacia Asia y el Pacífico de EE UU ha tenido el mismo efecto en China. A poco que se mantengan en sus posiciones actuales, muchos asuntos mundiales comenzarán a cambiar. Ya lo están haciendo.
Notas:
(1) Hans Morgentahu: “In defense of the National Interest”, American Political Science Review, vol. 66, Nueva York 1952.
(2) http://www.defense.gov/news/Defense_Strategic_Guidance.pdf
(3) www.whitehouse.gov/sites/default/files/rss_viewer/national_security_strategy.pdf
(4) Alberto Cruz, “EEUU en declive en Oriente Próximo: potencias medias ponen en duda su supremacía (I, II y III), http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1141
(5) Benjamin Friedman, uno de los principales dirigentes del think tank Cato Institute, 27 de enero de 2012.
(6) BBC, 5 de enero de 1012.
(7) Reuters, 5 de febrero de 2012.
(8) The New York Times, 4 de febrero de 2012.
(9) Alberto Cruz, “La cooperación entre Rusia y China: el nuevo enfoque geoestratégico que pone fin al poder de Occidente”, http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1291
(10) Ria Novosti, 6 de febrero de 2012.
(11) Diario del Pueblo, 1 de febrero de 2012.
(12) Xinhua, 1 de febrero de 2012.
(13) Global Times, 5 de enero de 2012.
(14) Alberto Cruz, “China: Ejército, geopolítica y el retorno a Mao”, http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1205
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su último libro es La violencia política en la India. Más allá del mito de Gandhi, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a libros@lacaida.info o bien a ceprid@nodo50.org
albercruz@eresmas.com
FUENTE http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=4889

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"La información ya no tiene relevancia"

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial. Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención. El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA.

Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario. La información ya no tiene relevancia.

Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de continuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia. Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar, ya no queremos hacernos preguntas, solo queremos respuestas rápidas y fáciles. Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas, pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.

Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos. Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad. Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa, nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.

Es pura lógica: No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual, porque nuestra mente está programada por el Sistema. Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.

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