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14 de agosto de 2012

Presidente, acérquese a un contenedor de basura




 
 
Cinco días después de las manifestaciones que dieron lugar al movimiento 15M, El País publicó (el 20 de mayo de 2011) un artículo titulado “Presidente, baje a la plaza” en el que su autor, Antoni Gutiérrez-Rubí, exhortaba al entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a “bajar a la plaza” y escuchar a algunos de esos miles de ciudadanos que se mostraban indignados con la respuesta y la forma de actuar de los políticos ante la crisis.
La ciudadanía se mostraba insatisfecha con los resultados de la gestión política (empeoramiento de las condiciones de vida para una mayoría social, mientras los responsables de la crisis parecían salir indemnes) y con el procedimiento utilizado (falta de receptividad hacia las demandas ciudadanas). Una insatisfacción que podría condensarse en el sentimiento generalizado de que los gobernantes no gobiernan “ni para el pueblo, ni con el pueblo”.
Cerca de un año y medio después, el malestar de los ciudadanos, lejos de mitigarse, se ha acentuado. Ni siquiera el cambio de partido en el Gobierno, ni de presidente, ha supuesto un alivio, sino más bien todo lo contrario. Las encuestas que se han venido publicando desde que el PP asumió las riendas del Gobierno no hacen sino constatar un clima social caracterizado por el pesimismo económico, el rechazo mayoritario a los recortes aplicados por el Ejecutivo de Rajoy y la cronificación del desencanto (y hasta desesperación) de los ciudadanos con los políticos. 
Por eso, hoy también se le podría recomendar a Rajoy –y si cabe con más motivo por sus contadas intervenciones públicas y su recurrente argumento de la mayoría absoluta para no dar cuenta de sus acciones– que “bajara a la plaza”. No obstante, ya no es la plaza el lugar donde debe acercarse el máximo responsable político del país para captar la realidad de la sociedad, sino al contenedor de basura. Cada vez en más ciudades y barrios vemos cómo, al caer la noche, son numerosas las personas que acuden a los cubos de basura –y no sólo a aquellos donde los supermercados depositan los productos caducados–  para conseguir alimentos y bienes que no pueden comprar.
Así, más que a la frustración política, lo acuciante hoy es entender y dar respuesta a los problemas de empobrecimiento y exclusión social que están llegando a alcanzar en España niveles alarmantes. Cerca de 5.700.000 personas están desempleadas y el número de hogares con todos sus miembros en paro asciende a la escalofriante cifra de 1.737.600 (de acuerdo con los datos de la última EPA). El 21,8% de la población residente en España vive por debajo del umbral de riesgo de pobreza.
Y todo ello con unas perspectivas de agravamiento de la situación social; al menos, en el corto plazo. Las medidas de ajuste y recortes sociales que –presionado por los mercados y las autoridades europeas– está adoptando el Gobierno de Rajoy vienen a empeorar la angustiosa situación (económica, social y personal) en la que se encuentran muchos ciudadanos. En este sentido, lo mínimo que se puede exigir a un gobernante es que conozca la realidad de esos ciudadanos y su opinión sobre las consecuencias que van a tener, sobre sus vidas, la aplicación de determinadas medidas.
Por ello, señor Rajoy, un día cualquiera, cuando haya terminado su jornada laboral, salga a la calle y acérquese a un contenedor para explicarles a todas esas personas que no ven otra opción que acudir a la basura, cómo las medidas que su Gobierno está adoptando cambiarán sus vidas.
¿Puede parecer una propuesta extravagante y demagógica? Sé, señor Rajoy, que a usted no se lo parecerá, ya que cuando era líder de la oposición no tuvo ningún reparo en acudir (y hacerlo además en varias ocasiones) a comedores sociales y actuar como voluntario, cocinando y sirviendo personalmente las raciones a algunos de los necesitados comensales.
En una de esas visitas en diciembre de 2009 usted dijo “a veces el dinero público se maneja como se maneja, pero con muy poco dinero se puede atender a mucha gente para necesidades tan básicas como es la de poder comer”.
Supongo que ahora que está más cerca del poder y de la administración del dinero público, su aseveración será aún mucho más sentida. ¿O no?

 

Marta Romero

Marta Romero es politóloga. Su trayectoria profesional está ligada al ámbito de la investigación social, el análisis político y la consultoría estratégica. Ha trabajado como investigadora en el CSIC y como analista política en Presidencia del Gobierno. Actualmente colabora con varias fundaciones de investigación.

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"La información ya no tiene relevancia"

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial. Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención. El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA.

Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario. La información ya no tiene relevancia.

Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de continuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia. Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar, ya no queremos hacernos preguntas, solo queremos respuestas rápidas y fáciles. Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas, pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.

Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos. Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad. Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa, nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.

Es pura lógica: No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual, porque nuestra mente está programada por el Sistema. Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.

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“Con la comida que se tira podrían alimentarse 2.000 millones de personas”

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