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31 de agosto de 2012

Mario Draghi tiene un mensaje para los alemanes


Inigo Sáenz de Ugarte 29 de agosto de 2012
Mario Draghi ha hablado. Otra vez. En un artículo publicado hoy en el diario alemán Die Zeit, y que el BCE se ha apresurado a incluir en su web en la versiónen inglés, el gobernador del Banco Central Europeo intenta explicar a los alemanes por qué la eurozona no está condenada al fracaso, cuáles son los pasos que se deben dar y por qué no deben estar preocupados por sus últimas declaraciones sobre las medidas extraordinarias que el BCE dice estar dispuesto a tomar.
En otras palabras, Draghi le dice a Berlín que no se ha mediterraneizado y a los países de la periferia de sur les cuenta que iba en serio cuando dijo que ha llegado la hora de actuar. Estas son, comentadas, las principales ideas del discurso de Draghi.
“Por toda Europa, se está produciendo un debate fundamental sobre el futuro del euro. Muchos ciudadanos están preocupados por él. Sin embargo, las soluciones aportadas les parecen insatisfactorias. Eso es porque esas soluciones ofrecen soluciones binarias: volvemos al pasado o nos dirigimos a los Estados Unidos de Europa. Mi respuesta es: para contar con un euro estable no tenemos que elegir entre los extremos”.
En primer lugar, tranquiliza a todos. Las alternativas no se reducen a no hacer nada o dar un gran salto en el vacío. Es interesante que uno de los extremos esté descrito como los “Estados Unidos de Europa”. Hubo un tiempo en que políticos y periodistas se aficionaron a esa expresión. Draghi no vive en el mundo de los sueños europeístas. Se presenta como un pragmático que se dedica a buscar soluciones. No es mala carta de presentación en Alemania. 

“En última instancia, una moneda depende de la institución que la sostiene. Cuando se propuso el euro, hubo algunos que dijeron que debería estar precedido por un largo proceso de integración política. (…)
Pero en los años 90 se tomó la decisión específica de no conceder al euro ese rasgo. Se lanzó el euro como “una moneda sin un Estado” para preservar la soberanía y la diversidad de los países miembros. Esto es lo que supuso el llamado modelo de Maastricht, que estableció los principios institucionales del euro. Pero como han demostrado los acontecimientos recientes, esta estructura institucional ha dejado a la zona euro mal dotada para llevar a cabo políticas económicas consistentes y superar las crisis de forma efectiva”.
Frente a los que dicen que ni la actual UE ni sus dirigentes está a la altura de las circunstancias, Draghi les remite a las decisiones que se tomaron en los 90. Menos echarle la culpa a Frankfurt (sede del BCE) y más a Maastricht, santo grial del europeísmo. Esta es una idea que encantará a Merkel, que no tolera con facilidad los comentarios que la comparan negativamente con Helmut Kohl.
Draghi recuerda que fue entonces cuando se decidió poner el carro (el euro) antes que los bueyes (el proceso de integración política). Eso dio como resultado una moneda única para un territorio en el que convivían políticas económicas y realidades fiscales muy diferentes. Mientras los países del sur disfrutaban de una política fiscal expansiva avivada por el crédito fácil, Alemania se autoimponía fuertes dosis de austeridad para terminar de digerir la reunificación y aumentar la competitividad de sus empresas orientadas a la exportación.
“Por esta razón, el camino que tenemos por delante no puede ser una vuelta al ‘status quo ante’. La crisis ha puesto claramente de manifiesto la dificultad de tener una política monetaria única pero con políticas fiscales, económicas y financieras vagamente coordinadas. Como dijo Jean Monnet, la coordinación “es un método que favorece la discusión, pero que no sirve para tomar decisiones”. Y hay que tomar decisiones comprometidas para gestionar la segunda moneda más importante del mundo”.
A los gobiernos europeos les encanta hablar de coordinación. Ya no es suficiente, dice Draghi. Sólo le falta sostener que se trata de una pérdida de tiempo y se conforma con una frase de Monnet, uno de los padres fundadores de la UE. Esa herencia heredada de los 90 obliga a tomar ya decisiones sobre el futuro de la UE. Es una forma de meter prisa a la cautelosa Merkel.
“La raíz del éxito de Alemania es su profunda integración en las economías europea y mundial. Para continuar prosperando, Alemania necesita seguir siendo el ancla de una moneda fuerte en el centro de una zona de estabilidad monetaria y en una economía de la eurozona dinámica y competitiva”.
Nuevo mensaje a Alemania: están donde están gracias a que ocupan una posición preferente en el corazón de la UE y del comercio mundial. Las tentaciones aislacionistas no tienen sentido en el país más poderoso de Europa. Soltar lastre, recuperar el marco, quizá hacer causa común con otros países del norte… todo eso no tiene sentido. Draghi les recuerda que también ellos necesitan a Europa.
“Sin embargo, esta nueva arquitectura no exige en primer lugar una unión política. Está claro que una unión monetaria ya supone un alto grado de toma conjunta de decisiones. Pero la integración económica y política pueden desarrollarse en paralelo. Donde sea necesario, la soberanía en asuntos concretos de política económica puede y debe ser compartida y la legitimidad democrática, profundizada.
¿Hasta dónde debemos llegar? No necesitamos la centralización de todas las políticas económicas. En vez de eso, podemos responder a esa pregunta de forma pragmática: preguntándonos con calma cuáles son los requisitos mínimos con los que culminar la unión económica y monetaria. Y al hacerlo así, descubriremos que todas las medidas necesarias están a nuestro alcance”.
De creer a Draghi, la cosa es tan fácil que es difícil saber por qué no lo han hecho antes. Es consciente de que levantar una unión política, no exactamente desde cero, requerirá un proceso que durará años y que terminará embarrancado en algún referéndum, quizá hasta por razones de política nacional. No es necesario un diktat europeo que por otro lado no será aceptado en los países en los que han crecido fuerzas euroescépticas o populistas que desconfían de la UE o de los otros países europeos.
Sólo hay que buscar unos “requisitos mínimos” que Draghi no concreta. Al final, dice que los gobiernos descubrirán (¿por arte de magia?) que esas medidas están a su alcance. Draghi, el pragmático, una vez más. Los demás dirán que no es él quien tiene que sufrir el coste político de esas decisiones.
“En las políticas fiscales, necesitamos un control real sobre los presupuestos nacionales. Las consecuencias de políticas equivocadas en una unión monetaria son demasiado graves como para que sigan siendo vigiladas por cada uno. En un sentido económico amplio, necesitamos garantizar la competitividad. Los países deben ser capaces de generar crecimiento sostenible y alto nivel de empleo sin excesivos desequilibrios. La zona euro no es un Estado nación donde los subsidios constantes interregionales tengan apoyo popular suficiente. Por tanto, no podemos permitirnos una situación en la que algunas regiones tengan grandes déficits permanentes frente a los demás”.
No más Grecias. No más estadísticas falseadas. No más Españas. No más sorpresas de última hora en los datos de crecimiento o deuda. Los presupuestos nacionales sufrirán un grado de escrutinio inexistente hasta ahora. Buenas noticias para los alemanes convencidos de que los europeos del sur harán lo que sea necesario para ocultar su realidad económica.
Draghi tiene otro detalle con los alemanes. Es posible que las regiones ricas de Alemania acepten subvencionar a las pobres (y cada vez con más problemas), pero esa solidaridad interregional no se puede trasladar a la UE en su conjunto. Música para el oído de Berlín: cada uno tiene que vivir de lo suyo y no puede pretender la ayuda permanente de los otros para que le saquen del agujero.
“Una base política más sólida debe permitir un acuerdo sobre un principio básico: no es sostenible ni legítimo que los países emprendan políticas nacionales que perjudiquen económicamente a otros”.
Una obviedad estupenda que cada uno puede interpretar como quiera. Los del norte dirán que los del sur deben olvidarse de ciertos ‘privilegios’ que son financiados por los ricachones del norte. Los países de la periferia del sur podrán pensar en políticas de austeridad impuestas desde Alemania que impiden el crecimiento.
“El BCE hará lo que sea necesario para conseguir la estabilidad de los precios. Continuará siendo independiente. Y actuará siempre dentro de los límites de su mandato.
Sin embargo, debe comprenderse que cumplir nuestro mandato a veces nos obliga a ir más allá de las herramientas habituales de política monetaria. Cuando los mercados están divididos o influidos por miedos irracionales, nuestros gestos de política monetaria no llegan por igual a los ciudadanos de la eurozona. Tenemos que solucionar ese bloqueo para conseguir una sola política monetaria y por tanto la estabilidad de precios para todos los ciudadanos. Esto puede obligarnos en ocasiones a tomar medidas excepcionales. Pero es nuestra responsabilidad como banco central de la eurozona”.
Tras tantos guiños al electorado alemán, una referencia a la ayuda del BCE que los gobiernos de España e Italia han suplicado en varias ocasiones para que su deuda soberana no reciba un castigo desmedido a causa de los desequilibrios de la eurozona. El BCE seguirá siendo el BCE, promete Draghi, lo que para un alemán quiere decir que seguirá respetando el modelo del Bundesbank.
Pero eso no puede impedir “medidas excepcionales” para una situación excepcional. Lo que no sabemos aún es en qué consisten, pero al menos Draghi está dispuesto a incluirlas entre su munición de combate. Es lo único que puede salvar a españoles e italianos.
“Los que quieren volver al pasado no comprenden el significado del euro. Los que alegan que sólo una federación total puede ser sostenible ponen el listón demasiado alto. Lo que necesitamos es un esfuerzo gradual y estructurado que complete a la UME. Eso dará finalmente al euro las bases estables que se merece. Logrará los objetivos finales por los que se fundó la Unión y el euro: estabilidad, prosperidad y paz. Sabemos que los pueblos de Europa, y de Alemania, aspiran a eso”.
El párrafo final retoma algunas ideas del principio. El objetivo de lograr una eurozona estable no está fuera de nuestro alcance. El esfuerzo puede ser “gradual”. No hay que caer en el pánico.
Además, no tiene sentido perder la esperanza, queridos alemanes. Los objetivos fundacionales de la UE son ya los objetivos del euro, porque las dos realidades van juntas y no pueden separarse (por mucho que añoren el marco o estén incómodos con la compañía de los antiguos poseedores de pesetas y liras).
No vaya a ser que por renunciar al disfuncional y mal concebido euro acaben quedándose sin la UE y sin la “prosperidad” y “paz” que tan rentables les han sido en las últimas décadas.

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"La información ya no tiene relevancia"

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial. Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención. El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA.

Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario. La información ya no tiene relevancia.

Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de continuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia. Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar, ya no queremos hacernos preguntas, solo queremos respuestas rápidas y fáciles. Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas, pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.

Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos. Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad. Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa, nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.

Es pura lógica: No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual, porque nuestra mente está programada por el Sistema. Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.

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“No puede ser que en un planeta con los recursos agroalimentarios suficientes para alimentar al doble de la población mundial actual, haya casi una quinta parte de sus habitantes sufriendo infraalimentación”.

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El neoliberalismo delictivo, “se cura con política”.

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-- Compromiso de todos --

-- Olivier de Schutter - Relator de la ONU --

“Con la comida que se tira podrían alimentarse 2.000 millones de personas”

”La mitad del cereal producido en el planeta es para satisfacer la demanda de consumo de carne. Hay un sobreconsumo de carne absolutamente insostenible”

http://esmateria.com/2014/04/25/con-la-comida-que-se-tira-podrian-alimentarse-2-000-millones-de-personas/

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-- El beneficio de los alimentos naturales --

*** Parada obligatoria ***