Españoles, es hora de admitirlo. Necesitamos un rescate moral que nos libre del bochorno continuo en que vivimos. Un bochorno inducido por quienes deberían dar ejemplo. Sí, conciudadanos, los trabajadores han hecho bien su tarea. No se ha derribado ningún edificio de los que han construido, los coches que ensamblan funcionan, la comida rápida que nos sirven colapsa nuestras arterias como se espera de ella. La parte de abajo de esa pirámide social no nos ha defraudado. Sin embargo, a medida que uno se aproxima a la cúspide puede percibir el insoportable hedor de la ineficacia, la hipocresía y la desfachatez con que ellos mismos la amparan. Es como subir en ascensor a un rascacielos: cuantos más pisos subes compartiendo espacio con 20 personas, más pedos se acumulan. ¿Cómo entender que mientras un enfermo de diálisis tiene que pagar el taxi que lo lleva a recibir su tratamiento, cualquier concejal de Castellón tenga a su disposición un coche oficial para acudir a la inauguración de un aeropuerto sin aviones? ¿Cómo admitir que la misma empresa que paga 14 millones de euros a uno de sus directivos responsables de haberla llevado a su hundimiento tenga la desvergüenza de deshauciar de su casa a una familia que no puede hacer frente al pago de su hipoteca? ¿Quién les explica que además les donaremos generosamente 23.000 millones de euros para que lo sigan haciendo? ¿Cómo conocer lo que ha pasado? ¿Cómo explicar a nuestros hijos que políticos corruptos consigan mayorías absolutas como un jugoso regalo de los propios ciudadanos a los que roban y siguen robando? ¿Cómo soportar que periodistas que consideraron que prohibir fumar en los bares era poco menos que el apocalipsis se muestren ahora tan dóciles y comprensivos con un Gobierno que se empeña en conseguir oxígeno de Bruselas a partir de los pulmones de sus ciudadanos? Eso si no los habéis vendido ya para hacer frente al copago. ¿Cómo entender que quien dice no poder dormir pensando en los jóvenes sin trabajo se despierte en Botswana con una cadera rota? Sé que estáis sedientos de justicia, y así vais a seguir, porque ¿cómo quieren convencernos de que todos somos iguales ante la dama ciega si los señores que la imparten gozan de privilegios de sátrapa? ¿Cómo entender que quien se proclama católico y afirma que los católicos nunca se equivocan porque obedecen al Papa se niegue a explicarnos en qué ha gastado 18.000 euros de dinero público en Marbella? Ay, Justicia, que deberías ser el pilar de la democracia, nos has defraudado. Ya sólo podemos creer en las votaciones de Gran Hermano.
Cada uno es libre de rezar a los dioses que quiera, como dejo Conan el Bárbaro. Pero, dado que la ley de los hombres ha cerrado el caso, que se nos permita al menos exigirle explicaciones en el ámbito de la jurisdicción divina. Como católico practicante, estoy legitimado para alzar la voz y decir: ¡qué vergüenza ese lujo para un creyente! Es como si Jesucristo hubiera ido a Marbella por asuntos de trabajo y en vez de una borriquilla hubiera entrado montado en Imperioso. Por todo esto, proclamo la necesidad inminente de un rescate moral, un rearme ético. Porque para salir de pobre sólo hace falta dinero, pero recuperar la decencia moral es mucho más difícil.
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