VIERNES, 20 DE JULIO DE 2012 MARIBEL MARTÍNEZ
No hace muchos días, asistimos a una incalificable y barbara ceremonia del horror. En un espantoso video, abundantemente difundido por televisiones y redes sociales, se podía ver si el estómago y la rabia lo permitían, como una pobre mujer afgana acusada de adulterio, era ajusticiada a tiros por un salvaje muyahidin.
Mientras, un coro de voces masculinas, más de 150 hombres se decía en el video, entre risotadas, jaleaban y animaban a quien empuñaba el arma a que acabara con la vida de esta joven mujer.
Todos aquellos que tuvimos conocimiento de aquel salvaje e inhumano episodio coincidimos en que tan culpables de la ejecución eran los talibanes que impasibles asistían a esta fechoría, mientras jaleaban y aplaudían con invocaciones a Alá misericordioso, como el autor material del fusilamiento.
El miércoles, este país asistió alucinado a otra ceremonia incalificable y obscena. Su escenario no era un pueblo perdido del ancestral y salvaje Afganistán. Se desarrollaba en el Congreso de los Diputados del reino de España.
También aquí como en la medieval aldea afgana había un coro de jaleadores, aplaudidores y hooligans. No se trababa solo de hombres, diputados del partido popular para más señas. En esta soez ceremonia, para bochorno general, las mujeres, las diputadas de ese partido tuvieron un papel preponderante. Particularmente una de ellas, Andrea Fabra, diputada elegida por Castellón y de infausto apellido por ser hija de uno de los mayores urdidores de este país. El “eximio prócer” del PP y regidor con mano de hierro del partido en Castellón, Alberto Fabra.
Esta tipa, -no la llamaré señora, porque sería insultar a todas aquellas que si lo son-, gritaba a pleno pulmón “que se jodan” mientras su jefe de filas, Mariano Rajoy, desgranaba la batería de medidas que retrotraeran este país a un oscuro y paupérrimo pasado, recortando entre otros muchos, los derechos de los desempleados. Esos casi seis millones de "vagos y jetas", de esta guisa se les trata y a los que se recortará el subsidio a partir del sexto mes de la percepción para “incentivarles a buscar trabajo”.
Tanto empeño y vehemencia puso en su grito esta hooligan de la política, que no solo fue escuchado el exabrupto por los que en ese momento ocupaban el resto de los escaños, sino que fue recogido por todos los medios de prensa que asistían en tan trascendental ocasión a la Cámara Baja.
Y como sucedía en el infausto fusilamiento afgano, el resto de sus compañeros, no solo no le hacían callar abochornados por la insultante coz, sino que como los talibanes afganos aplaudían su acción y entre risotadas continuaban con esa ceremonia de insultos, chirigotas, pitidos, pataleos y berridos en que se han convertido las sesiones del Congreso.
No puede extrañarnos que tras semejante y bochornoso acto, el presidente del gobierno siguiera como si nada, dando lectura a la catarata de salvajes medidas que se imponen a los ciudadanos de este país, con la insensata intención de arreglar esa crisis que no hemos causado pero que a todos luces pagaremos de nuestros bolsillos y a poco que se esfuercen, con nuestra vida.
Estos son los talibanes que nos gobiernan, tipos deshumanizados, insolidarios, soeces y barriobajeros. Tienen un programa del que, como los talibanes afganos en lo que respecta a los derechos de las mujeres, no se van a separar ni un milímetro. Miren sus caras sonrientes como hienas, satisfechos con lo que oyen anunciar su líder, aplaudiendo entusiasmados cada una de sus propuestas, regodeandose en el triunfo de sus ideas y convecidos de que el nuevo orden ya ha llegado. Se han conjurado para acabar con los derechos y las libertades de este país.
Asistimos a un golpe de estado en toda regla y si los ciudadanos no somos capaces de unirnos, terminando con esta ordalia de leyes y decretos insufribles, no será solo “que se jodan” lo que vamos a tener que sufrir. Vamos derechos a la caverna, al oscurantismo y a la desaparición de una democracia que muchos años nos costó alumbrar.
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