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21 de septiembre de 2012

¿Para qué ha servido rescatar a los bancos?


Juan Torres López
Publicado en Sistema Digital el 20 de septiembre de 2012
Cuando ya estamos en el quinto año de crisis los gobiernos llevan dedicados sumas verdaderamente impresionantes para ayudar a los bancos y siguen estando dispuestos a seguir gastando dinero público para rescatarlos, como si esa receta hubiera funcionado y fuese necesario seguir usándola.
En España se está negociando la forma de hacer efectivo el primero de los rescates y cómo se aplicará finalmente el definitivo porque, como ya señalé en otro lugar (Un mal rescate que nos empujará al abismo), el inicial de los 100.000 millones de euros no va a servir de mucho. Por eso, cuando se sigue estando dispuesto a actuar con la misma generosidad con la banca que al principio, sigue siendo obligado preguntarse para qué han servido esos rescates.
La primera y principal evidencia es que por mucho dinero que se ha puesto a disposición de los bancos seguimos padeciendo el problema principal que sería necesario resolver para que la economía vuelva a tener capacidad de generar actividad y empleo: la falta de financiación. El crédito necesario para que las economías funcionen no ha vuelto a fluir en la medida necesaria y el poco que hay se concede a tipos de interés realmente leoninos que son una verdadera vergüenza y una inmoralidad tremendas: los bancos que ahora dan préstamos al 10% o al 12% a empresas productivas, o que cobran tipos de hasta el 31% para el crédito asociado a tarjetas o a exceso de límites, tienen a su disposición en el Banco Central Europeo todo el dinero que quieran al 0,75%.
Solo esta circunstancia debería ser suficiente para concluir que la política de rescatar a la banca como forma de salir de la crisis es un fiasco tremendo (o una gigantesca estafa, como ustedes quieran) que no sirve para lo que se dice que sirve. Está siendo solo la forma de que los banqueros recuperen la iniciativa, el capital y el poder que tenían antes de la crisis y que les permitió llevar a cabo las tropelías criminales que la han provocado.
La segunda evidencia, al menos en Europa, es que rescatar a la banca para que siga actuando como financiadora de las gobiernos es el desastre más inmenso que le ha podido ocurrir al proyecto europeo.

Impedir que el Banco Central Europeo financie a los estados ya obligaba a éstos a soportar un exceso de coste brutal en beneficio de los bancos privados antes de la crisis. Pero después, cuando los gobiernos han debido de aumentar sus gastos y han visto reducidos al mismo tiempo sus ingresos por la crisis, la situación se ha hecho insoportable. Al tener que recurrir a la banca privada, la factura de los intereses se ha disparado para algunos países como el nuestro (y no necesariamente por sus condiciones objetivas sino por la presión artificial ejercida contra ellos por los mercados). Y así, al problema de falta de financiación para empresas y consumidores que paraliza las economías, se ha añadido otro de deuda soberana que es de casi imposible solución si no se cambian las condiciones de partida. Si en lugar de haberse prohibido que el Banco Central Europeo financie a los gobiernos se hubiese recurrido a esa fórmula Europa no estaría padeciendo los problemas que padece ahora. Es verdad que a corto plazo se benefician de esto los bancos y los países que se financian casi a tipos negativos, pero a la larga todos pagarán un error tan grande que hará que la unión monetaria y quizá la propia Unión Europea salte por los aires.
La tercera evidencia también había sido advertida por muchos economistas desde el principio: si se rescata a la banca dándole todo el dinero que pida sin modificar el entorno financiero, sin cambiar radicalmente las condiciones en que se desenvuelven los bancos y sin prohibir las operaciones que mayoritariamente realizan, es decir, sin acabar con el casino financiero en que se ha convertido la economía mundial, lo que ocurrirá con toda seguridad es que antes o después vuelvan a reproducirse las circunstancias que dieron lugar a esta crisis. El rescate es, en realidad, un incentivo perverso para que los banqueros sigan actuando irresponsablemente: cuando caigan los levantará el Papá Estado al que tanto critican cuando a los que ayuda son los de abajo.
Y eso es lo que realmente está sucediendo.
Un reciente estudio de Michael Brei y Blaise Gadanecz, publicado en el último número (septiembre de 2012) de Quarterly Review del Banco Internacional de Pagos (Have public bailouts made banks’ loan books safer?)  pone de manifiesto algunas conclusiones interesantes.
Han estudiado las operaciones de préstamo que realizan 87 grandes bancos que representan el 52% del total de los activos bancarios mundiales y de los cuales 40 fueron rescatados entre 2008 y 2010, recibiendo por ese concepto unos 350.000 millones de dólares (una cifra que en realidad es muy baja porque no tiene en cuenta todos los conceptos por los que recibieron ayudas). Y lo que concluyen es que los bancos que fueron recapitalizados con dinero público “no redujeron el nivel de riesgo de sus nuevas carteras de préstamos significativamente más que los bancos que no recibieron ayuda pública”, lo que viene a probar lo que acaba de señalar. El rescate ha sido un incentivo moral inadecuado que deja a los bancos de nuevo en condiciones para seguir haciendo las mismas operaciones que provocaron el derrumbe del sistema financiero mundial a partir de 2007-2008. Pueden apostar, pues, a que los bancos volverás a provocarlo.
Las medidas que están poniendo en marcha para rescatar a los bancos españoles haciendo que España asuma un crédito multimillonario asociado a condiciones macroeconómicas que van a hundir nuestra economía durante años tampoco servirán para lo que dicen.
La solución no pasa por salvar a una banca zombi y arruinada como consecuencia de su propia irresponsabilidad. Hay que pedir cuentas a los banqueros que han destrozado el sistema financiero pero no se puede confiar en ellos para ponerlo de nuevo en pie. Hay que salvar a la economía y a las personas pero no a los banqueros ni a instituciones corruptas que no cumplen con la función que deben desempeñar. Hay que poner en pie un nuevo tipo de sistema financiero, con diferentes niveles de acción, globalizado cuando se trate de financiar actividades internacionales pero principalmente descentralizado y vinculado a la economía del día a día que desarrollan las empresa productivas, los trabajadores o las familias, firmemente anclado a principios éticos, ajeno a la lógica compulsiva de creación de dinero mediante la deuda, cooperativo y democrático. Y para ello es imprescindible nacionalizar la banca para partir de cero y limpiar un sector que hoy día básicamente se orienta a ganar dinero mediante la especulación financiera y a acumular poder político, lo que para nada resuelve los problemas que tiene una economía real al servicio de las personas y de sus necesidades.

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"La información ya no tiene relevancia"

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial. Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención. El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA.

Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario. La información ya no tiene relevancia.

Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de continuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia. Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar, ya no queremos hacernos preguntas, solo queremos respuestas rápidas y fáciles. Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas, pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.

Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos. Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad. Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa, nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.

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