31 agosto 2012
Patricia Olascoaga – ATTAC-País Valencià
No, esa no es la cuestión.
A principios de verano aparecen dos convocatorias de movilización general en respuesta a las políticas neoliberales más crueles para la gran mayoría de la población, el 15 de Septiembre “Cumbre Social” y el 25 de Septiembre “Ocupa el Congreso”. Más allá de las características de una y otra, una preocupación me asistió en ese momento: ¿cómo va a recibir la población dos convocatorias para el mismo mes, con 10 días de diferencia, centrando la acción en Madrid, llamando cada una a la mayor cantidad de personas a sumarse? Eso nos dice, por lo menos, que el diálogo entre ambas es nulo y que siendo dispares, pueden llevar a la fractura del movimiento social activo de los últimos meses, según como se gestionen los apoyos en esta “convivencia” en el panorama político y social actual. En aquel momento me llamaba la atención la casi nula repercusión mediática que el 25S había tenido en los medios de comunicación y la tímida difusión a través de las redes sociales, frente a la convocatoria del 15S, que ocupó primeras páginas de los periódicos y algún minuto en los noticieros, de mano de los representantes de los dos grandes sindicatos participantes de la Cumbre Social, anunciando la “Marcha a Madrid” para pedir un referéndum sobre las medidas de ajuste.
A la luz de lo leído estos últimos días, la preocupación de fractura del movimiento social, desgraciadamente, no era ilusoria, visto cómo se están desarrollando los debates al respecto.
Ya a mediados de agosto, parece haberse invertido la presencia mediática de una y otra convocatoria, mientras el 15S casi no aparece, el 25S ha ganado terreno, especialmente en las redes sociales y periódicos digitales. Aunque eso parezca un hecho baladí, leyendo los comentarios suscitados, creo que responde más a variables de carácter mediático que político, fácilmente identificables. Una de ellas es la forma en que se dan estos comentarios, con excepciones interesantes, lo general son una marea de opiniones expresada a veces de manera acalorada, que tienen un tono de enfrentamiento personal que consigue “enganchar”; ya que hace recordar a una forma muy trillada en los debates televisivos de audiencia, donde se propicia que aparezcan aquellas emociones más a flor de piel, presentes en estos momentos en la mayoría de nosotr@s: rabia, desesperación, inquietud.
Es verdad que este tono permite una forma de catarsis colectiva, los límites de aguante de las personas están sobrepasados casi hasta la desesperanza, por lo que puede llegar a ser útil, incluso necesaria; pero mal canalizada, claro está, si tal enfrentamiento se realiza entre y dentro de las fuerzas de izquierdas, sin más argumento que un señalarse con el dedo. Como ejemplo, selecciono un comentario en particular que resume los muchos que he leído: “…qué penita de país, ni los de izquierdas apoyan los movimientos de izquierdas”. Esta sensación poco racionalizada, puede establecer una brecha en el movimiento social, una cuña difícilmente salvable, si se ahonda en resquemores hacia aquellos, personas u organizaciones, que están en el mismo lado de la cancha. Siempre el debate no se encauce hacia propuestas claras y concretas, únicas debatibles más allá de la expresión de la propia subjetividad. Esa es la cuestión.
Téngase en cuenta que disentir no es desistir, ni sabotear, ni traicionar; verbos no dichos en los foros, pero que flotan peligrosamente sobre algunas de las frases. Ya es tristemente conocido que deslizar el foco del problema hacia nuestros iguales es una estrategia antigua y eficaz para quitar de la mira el verdadero enemigo, y de paso, desmantelar la unión de las fuerzas afines, únicas capaces de hacerle frente, siempre y cuando esa unión se mantenga. O sea, continuar por un camino de enfrentamientos casi personalistas dentro del movimiento social, es el mejor aliado para la perpetuidad del sistema y el aborto de un posible acuerdo para un amplio frente de izquierdas. Como ambos van unidos: perpetuidad del sistema y ausencia de un gran frente social opositor, esta ausencia de un movimiento unido, es necesaria para mantener las cosas como están; por supuesto, esto lo sabemos todos, también los secuaces del sistema que harán esfuerzos para que esta ruptura se produzca. Esa es la cuestión. Otro elemento que flota en el ambiente y que ejerce su papel de manera encubierta a veces, de una forma tan aparentemente inocente, como afirmar que “la clase política son todos iguales”. Pues no, ni son clase, aunque este sustantivo sirva para resumir coloquialmente una burocracia acomodada, cómplice y servil a los intereses de los capitales; ni son todos iguales. Por no citar ejemplos que la historia nos ha dado, aceptemos por lo menos que hay otra forma de hacer política y esta depende sólo, de los intereses que se defiendan: el capital o el bien común. Esa es la cuestión.
La otra variable a que hacía referencia, es el fondo o temas en los que se centra el debate, recurrente en muchas de las opiniones. Sin un análisis no ya riguroso y transparente, trasmitiendo las consecuencias que “rodear el congreso” tendría durante y después de la acción, tampoco lo hay de los elementos coyunturales, que son las condiciones necesarias de base para una propuesta de acción de este calibre, y por supuesto, no se profundiza en un proyecto factible para el día después, ni como va a ser gestionado por esta misma ciudadanía que dicen, tendría un papel central, protagonista.
Explicar esto sería lo idóneo, si habláramos de formar a esa ciudadanía a la que se convoca en participación democrática y política. Y se apropie de los mecanismos con que gestionar el posible escenario abierto durante y después de la acción. Esta es la cuestión, cómo construir lo común en un proyecto a largo plazo.
La gravedad que la fractura del movimiento social supondría para el futuro inmediato es obvia: solo una gran fuerza social, no sólo movilizada sino conciente y politizada, será capaz de presionar para que el proceso que se abra el día después del 15S o el 25S, sea en la línea de “democratizar” la democracia promoviendo la transparencia, con la participación efectiva de la ciudadanía más allá del voto cada cuatro años o acciones de “rompo la baraja” sin más, en la línea de desmantelar el sistema económico de primacía única de los grandes capitales financieros , de imponer el bien común como único interés al que proteger, de revertir todas las políticas neoliberales que adecuaron las condiciones para que la situación de crisis injusta e inmoral que vivimos, haya sido posible. Pero lo esencial no reside únicamente en una fuerza social movilizada; acordémonos de grandes concentraciones de gentes marchando, aplaudiendo y apoyando un único líder iluminado para conducir el país hacia la prosperidad. Se requiere no sólo que esté movilizada, sino consciente y politizada, comprometida con su presente, no sólo de sí mism@ en un ejercicio de individualidad para solucionar su propia situación, sino presente entendido como el presente y futuro de los semejantes y del planeta, de lo común. Lo cual implica un cambio de paradigma, otra cultura en la forma de entender lo nuestro, de entender la participación y el compromiso. En este sentido es innegable la necesidad de “conductores” de todo proceso de cambio, en el sentido de “facilitadores” sobre los que no debe recaer otra tarea, que la de gestionar las condiciones para promover la necesidad de unión en lo colectivo; ya que sólo en el otro y con el otro afín, que no igual, se gesta la idea de lo común que está en permanente construcción. Por lo que el cambio ha de ir de la delegación “ciega” a unos representantes o convocantes anónimos, a la acción conjunta en un frente organizado con proyección de futuro, durante el proceso. Esta es la cuestión.
En estos momentos aparentemente confusos, tenemos frente a nosotr@s un cruce de caminos frente al que hay que decidir. Y la disyuntiva no es el 15s o el 25S, si a ese terreno se pretende llevar el debate. Oímos argumentos golosos para todos los gustos, románticos, que apelan a grandes gestas que prenden como cantos de sirena en una ciudadanía a la que se le está robando todo, que está necesitada de encauzar la desesperación, de ser tenida en cuenta, escuchada, de ser partícipe. La disyuntiva es cómo se va a forjar esta participación: ¿grandes gestas o acciones permanentes en lo local? A falta de saber cuál es la mejor opción, la única peor, es aquella que divida el capital social en luchas intestinas que consigan, por un lado, fragmentar las inquietudes y el apoyo de la ciudadanía hacia un cambio real de sistema en apoyos de un día, hacia una u otra convocatoria como si de rivales de un ring se tratase, por otro que se consiga monopolizar el debate con comentarios de ataques personales carentes de argumentación política. Por lo que todo esfuerzo que hagamos en el sentido de buscar acuerdos para la unión de las fuerzas de izquierdas en base a postulados compartidos, y se fomenten cauces de participación permanente y real de la ciudadanía; desde las bases organizadas, que las hay, y propuestas concretas que también las hay; ya es andar camino, ya es crear esa otra conciencia política, global, planetaria, propiciando otra forma de hacer política y, por qué no decirlo, de cambio profundo del sistema. Esa es la cuestión.
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Vía:http://www.attac.es/2012/08/31/15s-o-25s-%E2%80%A6-that%E2%80%99s-the-question/
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