Patricia Olascoaga – ATTAC-País Valencià
8 agosto 2012
Si alguien dudaba o se preguntaba si es posible cambiar las reglas del juego y las estructuras sociales que hacen de la sociedad ese mundo elegido, conquistado, conocido; bastan los últimos siete meses de medidas de reformas y reajustes del gobierno, para decir que sí, sí se puede.
Y esta afirmación, basada en la experiencia cercana, debería ser lo bastante contundente como para hacernos conscientes de dos razonamientos lógicos y simples:
- Primero: el cambio es posible, nada de lo social está sujeto a otro determinante que las decisiones políticas que se tomen en cada momento.
- Segundo: si se pueden cambiar con esta facilidad y rapidez en un sentido, también debe ser fácil hacerlo hacia cualquier otro, siempre sujeto a la voluntad política de quienes eligen el sentido del cambio.
Así planteado parece que se caen como piezas de dominó todos los argumentos en los que la clase dominante-gobernante ha basado su paquete de medidas: no hay otra salida, es la única forma para salir de la crisis, etc., etc.
Sin embargo hay algo que levanta no pocas resistencias al considerar este razonamiento, que impide desarrollarlo más allá de admitirlo con tolerancia condescendiente: el pensamiento único ha cercenado la capacidad de generar alternativas mentales que traspasen los modelos imperantes de sociedad eliminando, dentro de “lo posible”, cualquier otra forma de hacer las cosas, o aún peor, siquiera de soñarlas.
Varios son los elementos que configuran esta apatía imaginativa, y no olvidemos que la capacidad de imaginación es la madre de la creatividad y la rebeldía.
Por un lado permanece en el inconsciente colectivo la ilusión de volver a un estilo de vida tal como lo teníamos antes de la crisis, época de bonanzas y seguridades en la que nadábamos tranquilos con la tranquilidad de que ese iba a ser el estado de las cosas por siempre jamás. Nada podía empañar esa “felicidad”.
Aún asistiendo al final del mundo tal como lo conocíamos de mano de las medidas de ajuste, las resistencias continúan y se aferran al “esto es transitorio y necesario” promulgado por el gobierno, que viene como bálsamo para enfrentarse a la incertidumbre en el futuro que genera inseguridad vital por el desmantelamiento de las protecciones sociales de la sociedad del bienestar.
Además , el discurso catastrofista que augura peores males si no se amputa lo que ellos consideran el miembro gangrenado de la sociedad -los servicios públicos- intenta hacer que pensemos lo social como algo natural, no sujeto a leyes ni voluntades, que hay que sufrir más que construir. Y además, la culpa colectiva a que nos empujan por haber vivido “por encima de nuestras posibilidades” haciéndonos creer que caímos en un ejercicio de irresponsabilidad y despilfarro colectivo, compartida a partes iguales, ahora que todo se desmorona y sólo quedan deudas , las únicas prebendas dispuestos a repartir, por lo visto.
De ahí que, aun sabiendo que un modelo de crecimiento económico y de consumo como el actual no puede mantenerse, ya que los recursos naturales están llegando a sus límites del punto”sin retorno”, que tal modelo de crecimiento sólo deja beneficios a una parte mínima de la población mundial y castiga a la pobreza al resto, ello no termina de ser razón suficiente para aglutinar voluntades, para forzar un cambio profundo del sistema. Todavía hay que romper con ideas pre-fijadas y asumir que hacer lo mismo nos lleva a lo mismo, y esto quiere decir que la solución no llegará por parte de quienes crearon el problema para beneficiarse de él.
Que sólo una ciudadanía comprometida con su presente, participando de cada decisión política y convencida de que cualquier cambio es posible, puede generar nuevas formas de relación social. Ese es el reto y la posibilidad que se abre ante nosotros.
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Vía:http://www.attac.es/2012/08/08/cambiar-las-reglas-del-juego/
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