Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo, proclamaron Marx y Engels, en 1848, en su Manifiesto. Contra él se levantaron todas las fuerzas en el poder, desde el Papa al zar, junto con los polizontes ingleses, franceses y alemanes. Siglo y medio después, desbancado finalmente el comunismo, hoy recorre el mundo otro fantasma, tal vez más peligroso, que se llama cabreo, un estado anímico de las clases subalternas imbuidas por el espíritu de Espartaco. Se trata en el fondo de una nueva rebelión de los esclavos. Esta cólera de las masas es realmente un fantasma magmático, incontrolable; se encuentra suspendido en la atmósfera, se cuela por todas las rendijas donde se halla instalado el poder y desde el teclado de todos los ordenadores mueve los dedos airados para ocupar por completo el espacio de la red. Su fuerza estriba precisamente en que carece de organización y de cabeza visible, de modo que su carga estática puede estallar de forma inesperada en cualquier parte, en cualquier momento sin que nadie la dirija. La insumisión se ha convertido a la vez en una conciencia y una terapia social, hasta el punto que el motín ya es una actitud espiritual de estar en este mundo. El comunismo fracasó a la hora de trascender a los nacionalismos. En las guerras europeas los obreros lucharon entre sí para defender a sus respectivas patrias por encima de los intereses de clase. En cambio, este movimiento antiesclavista supera las fronteras: no hay nadie que se parezca más a un español cabreado que un francés, un inglés, un alemán, un argentino, un colombiano, un italiano cabreado. Ese fantasma entre nosotros ha tomado el nombre de 15-M. El huevo de esa serpiente se ha incubado en la Puerta del Sol de Madrid, pero más allá de los derechos históricos de vascos y catalanes el elemento que cohesiona por la base a todos los españoles es ese estado difuso de rebelión ante una próxima y unánime pobreza que se deriva de una misma injusticia. Espartaco fue crucificado por haberse enfrentado abiertamente a Roma; el comunismo fue controlado desde el momento en que comenzó de organizarse, pero el fantasma del cabreo es inaprensible. Se alimenta de vigas maestras como las termitas. Cualquier día te levantarás de la cama y se habrá desplomado el mundo.
Vía:http://elpais.com/elpais/2012/11/03/opinion/1351961852_597475.html
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