“Soy trabajadora social -cuenta Ana Velarde- Recomiendo a todos los periodistas y opinadores que se den unos paseos por los barrios pobres de las ciudades, que vayan a poblados chabolistas, o simplemente a los tribunales para encontrarse con la gente que padece las consecuencias de la exclusión social, cada vez mayor debido a esta crisis que es una estafa. La desprotección de tanta buena gente es escalofriante. Les causaría pavor. Estamos viviendo momentos más importantes de lo que pensamos. Las tragedias de los de abajo se merecen toda la atención mediática”.
"Soy trabajador sanitario y agradezco la visibilidad que estáis dando en eldiario.es a la marea blanca, a las movilizaciones contra los recortes y en defensa de la sanidad pública", escribe Antonio Palacio. Y prosigue:
600 periodistas retransmitiendo un desahucio...
Más de 600 periodistas se acreditaron en 2011 para cubrir el debate entre Rubalcaba y Rajoy previo a las elecciones que dieron el triunfo al segundo. Si más de seiscientos periodistas se plantaran en un poblado chabolista, en una oficina del Inem, a las puertas de un Centro de Internamiento para Extranjeros, en una escuela afectada por los recortes, en la vivienda de una familia a punto de ser desahuciada, en un pueblo palestino rodeado y encerrado por el muro israelí, si más de seiscientos periodistas informaran a la vez de las cuentas y riquezas de determinados personajes del poder -amantes de los paraísos fiscales- la agenda política dominante, el debate público y la reacción social mayoritaria serían otros.
Pero el poder va por un lado y la realidad, por otro. O, como decía el personaje de un excluido social en una magnífica serie estadounidense, "el mundo va por un lado, la gente por otro".
Detrás de un desahucio...
Cómo se cuenta un hecho y se relaciona con otros puede ser más importante que el hecho en sí. Desde luego lo es para la comprensión. Las noticias necesitan de una perspectiva, de un contexto, del relato, de la voluntad de unir las piezas del puzzle por parte de la persona que informa.
Estamos en un momento en el que el periodismo tiene que esforzarse por no limitar la narración a las estadísticas, a los nombres sin rostro, a los números (un ejemplo es lo publicado ayer en eldiario.es: “La crisis pudo con Victoria”).
Detrás de un desahucio hay toda una historia que contiene, a pequeña escala, la esencia del funcionamiento de un modelo que castiga a los indefensos y premia a los que más tienen. Hay que contarlo, con pelos y señales, con seguimientos continuos, con la necesidad de la denuncia, con el deseo del cambio.
La soledad, la falta de humanidad, la desigualdad creciente o la vida cuesta arriba, están escritas en los nombres de millones de personas que conforman una mayoría en la población de este planeta. La vida de cada una de ellas es noticia.
La indignación, la lucha contra las injusticias, la protesta, la búsqueda de la igualdad, también se encuentran en los nombres de millones de hombres y mujeres que trabajan por conseguir un cambio, más libertad, más democracia. El relato de sus esfuerzos también es información. Hay que buscar sus historias y darles espacio.
Dicho en palabras de Italo Calvino, “el infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.
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