Reivindico la lentitud porque el placer está en la lentitud. El placer no se concibe en algo rápido salvo en eso que se llama un quickly. Nos han metido en un mundo que es una especie de tripi del que yo me niego a participar. El ritmo me lo marco yo, yo elijo a mi contrabajista y a mi batería. No quiero que me marque el ritmo Cheney o Aznar. La velocidad no tiene sentido más que si eres corredor de Formula 1. Yo creo que todo el mundo puede intentar hacer otro tipo de cine. Una de las lecciones más grandes me la ha dado mi hijo, que ha rodado una película con cero dinero. La libertad es un lujo al alcance de todos, pero hay que tener el valor y el riesgo para ejercitarla. Es más fácil que te contrate Telecinco y hagas una comedia gilipollas.
Los premios son una cosa muy rara. Por un lado, aunque digamos que no los buscamos, siempre vienen bien para promocionarse. A la vez se da uno cuenta de que ningún premio es merecido. Siempre habrá una persona que se lo merecía más, desde el Nobel de Literatura hasta el de la Paz (éste seguro). Lo malo de los premios es la vanidad que generan. No es que tenga mal concepto de mí mismo, me aguanto bastante bien, pero cuanto más mayor soy, más me doy cuenta de lo gilipollas que soy. Esto es muy importante tenerlo presente porque uno se ahorra un buen dinero en psiquiatras (risas). No hay que creerse los premios en absoluto, pero sí sacarles el máximo partido. A mí me han servido, pero los que más ilusión me hacen son los que la gente no sabe que tengo. Sobre todo los que te han dado por algo que no es tu trabajo, como los ocho Grammy que he conseguido como productor musical.
Ha habido películas mías que me parecen de las mejores y no han tenido ningún premio y encima han tenido malas críticas. Por ejemplo, "El Baile de la Victoria" es una de mis mejores obras y sin embargo tuvo muy mala crítica. No te puedes creer lo que diga la gente de ti. Uno de mis ídolos políticos, el revolucionario Guy Debord, tras publicar "La sociedad del espectáculo" escribió otra obra para refutar todos los juicios, tanto elogiosos como hostiles, que se habían publicado sobre su obra. Estaba en contra de todas las opiniones sobre él.
Aquí entra ya una cuestión de paranoia, un problema para analizar clínicamente. El cine es igual que cualquier otro oficio: hay gente apolítica, de izquierdas, de centro y de derechas. Sin embargo, desde que el cine se posicionó contra la Guerra de Irak en la época Aznar hay un odio de la gente de la derecha de nuestro país, que nos ha identificado desde entonces como el enemigo. Probablemente siempre nos odiaron, en el fondo siempre han sentido que la gente del cine no está con ellos.Los políticos que ahora que intentan acabar con la cultura en España en general y con el cine en particular, no se dan cuenta del crimen que cometen. No se dan cuenta de que el cine es el que trasmite el legado emocional y los sentimientos de un pueblo mejor que ninguna otra forma artística.
En España lo que ha habido siempre es un enorme desprecio e incluso agresividad contra la cultura. Aquí llamarte intelectual es un insulto. Vivimos en unos días en que hay un ataque sistemático y frontal a todos los valores democráticos, cultura, educación y sanidad pública... Se está llevando a cabo toda una demolición.
La única alternativa, de momento, es generacional. Es que toda esta generación sea cambiada por gente nueva con otros valores. Quienes están ahora en el poder pertenecen a una generación que es la mía, que ya ha fracasado. Ha demostrado que es incapaz de hacer nada. Deben dar paso a la siguiente y dedicarse a sus negocios, que eso se les da muy bien: ganar dinero y robar se les da de puta madre. Que dejen el sitio a una generación nueva que tenga interés en hacer algo. Espero que le den una vuelta a esta puta mierda de sociedad terminal que hay ahora mismo.
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