5/5/2014
Héctor G. Barnés
“TODOS COMETEMOS ERRORES”
Debemos conocer los entresijos de nuestro idioma si queremos
expresarnos con corrección (e ingenio). Corbis
“Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”. La célebre cita del dublinés Edmund Burke sirve a la periodista y experta en comunicación María Irazusta para dar arranque a Las 101 cagadas del español. Reaprende nuestro idioma y descubre algunas curiosidades (Espasa), en el que intenta sacar a relucir algunas peculiaridades de la lengua española, profesando “el noble arte de defender la preciada y preciosa lengua de Cervantes de las tropelías ortográficas, desafueros sintácticos y semánticos que cometen bellacos, felones e indolentes de toda laya y condición”.
Irazusta aboga por abordar nuestro desconocimiento con valentía y sin ninguna clase de complejo. Como recuerda, “ya la cagaron Lope de Vega o Umbral, usando ‘espúreo’ por ‘espurio’ en sus brillantes escritos; y tambiénTorrente Ballester o el mismo Delibes, reconocidos leístas”. Y, sin embargo, explica la autora, nada de ello puso en entredicho la calidad de su obra. Pero sí el conocimiento profundo de la lengua.
No se trata, argumenta la socia directora de Irazusta Comunicación, de que el lenguaje sirva “como ladrillo con el que erigir los muros de la intolerancia que nos separa”, sino como “amalgama que nos une”. Por ello, el libro comenzó en las redes sociales, continuó con el trabajo del equipo de redacción, en el que se encontraban Beatriz Fernández, Nacho Miquel,Noemí Sánchez y Acacia Núñez y concluyó con su edición en papel. A continuación, recogemos algunas de las curiosidades más llamativas del volumen.
Alma máter
“Cuando en el uso del lenguaje lo falso toma forma de verdadero y, además, de cultismo, es mucho más difícil de erradicar”, señala Irazusta. Aunque estemos acostumbrados a leer “el alma máter”, lo correcto es “la alma máter”. “¿Cómo?”, se preguntarán algunos. “¡Si se debe escribir ‘el alma’!” El truco, en este caso, se encuentra en que “alma máter” es una locución latina que significa “madre nutricia”(sinónimo de “universidad”, no de miembro de la misma), por lo que “alma” sería en este caso un adjetivo, no un sustantivo, y escaparía de la norma que afecta a los negativos.
Gurriatos, escondelite, mostrenco
En uno de los capítulos más reveladores del libro, la autora recoge algunas de esas palabras que, al borde de la extinción, aún perduran en algunos rincones de España. Es el caso de “gurriatos” (gorriones), “escondelite” (escondite), “desmedrado” (desmejorado), “domeñar” (dominar), “mostrenco” (ignorante o persona gorda y pesada), pero también “antier” (anteayer) o “trasantier” (trasanteayer).
El efecto Humpty Dumpty
“Cuando yo uso una palabra, quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos”. Con esas palabras –que significa exactamente lo que parecen decir– le explica Humpty Dumpty a Alicia en el célebre libro de Lewis Carroll el uso que de las palabras hace dicho personaje. La autora utiliza a Humpty Dumpty para reunir todas esas palabras que han cambiado de significado a lo largo del tiempo, influidas por los usos de los hablantes: es el caso de “álgido” (en el pasado, algo muy frío), “sofisticado” (“falsificado”, “adulterado”), “enervar” (“debilitar”), “nimio” (“excesivo”) o “lívido” (“amoratado”).
Ojalá
Pocos lo saben, pero cada vez que expresamos nuestros anhelos con la palabra “ojalá”, estamos invocando a Alá. Se trata de una evolución de “lawsha’aAllah”, que se castellanizó como “oxalá” antes de adoptar su forma actual. Como recuerda Irazusta, los casi ocho siglos de dominación árabe nos han legado más de 4.000 palabras (alrededor de un 8% de nuestro vocabulario actual).
Errores aceptados
Aunque muchos se lleven las manos a la cabeza, la RAE admite un amplio abanico de palabras que suenan absolutamente incorrectas a nuestros oídos. “Abundosa”, “interromper”, “zabullirse”, “soñolencia”, “hacera”, “perene”, “podrirse”, “prolífero”, “rencontrar”, “mariguana”… Sin embargo, a juicio de los autores, “la RAE llega demasiado lejos en su empeño de evitar ser elitista y recoge verdaderas ‘joyitas’ del lenguaje justificándose en el uso que de ellas se hace”.
Tener más moral que el Alcoyano
Está divertida expresión no alude a ningún personaje histórico ni de la intrahistoria española como sí puede ser
Picio, sino al Club Deportivo Alcoyano, equipo de fútbol de la ciudad alicantina de Alcoy. La leyenda cuenta que, puesto que estaban encajando
una voluminosa goleada, el árbitro decidió pitar el final del partido antes de tiempo. Los jugadores del equipo alicantino protestaron enérgicamente. ¡Se les estaba arrebatando la posibilidad de remontar!
Hacer el amor
Cuando escuchamos una canción en inglés, o vemos una película en dicho idioma, nos extraña comprobar cómo “hacer el amor” tiene un significado más amplio que el de practicar el acto sexual. Pero se trata de algo que también ocurre con el castellano: es más, en el diccionario de la RAE, “enamorar” es aún la primera acepción de la expresión. Son los franceses, tan románticos ellos, quienes nos han legado la expresión.
Dar abasto
Mucha gente cree que el origen de la expresión “no dar abasto” proviene de los bastos de la baraja española –y, por ello, escriben la forma incorrecta “no dar a basto”–, pero no tiene nada que ver. El “abasto” es la “provisión de cosas necesarias” (de ahí surgen palabras como “aprovisionamiento”), y también, “dar o ser bastante, bastar, proveer suficientemente”.
Noche toledana
Aunque en alguna ocasión se utilice como sinónimo de noche de juerga, la expresión “noche toledana” (utilizada para referirse a esas malas noches en las que nos cuesta conciliar el sueño) tiene un origen mucho más negativo. Se remonta al año 812, cuando gobernaba en Toledo un cruel joven que respondía al nombre de Jusuf-ben-Amru. El motín del pueblo provocó que este fuese decapitado, pero su padre, Amru, se vengó ampliamente haciendo lo propio con las cabezas de los nobles de la ciudad, que habían sido invitados a un banquete por el guerrero.
Chulapismos
Toda región española tiene sus propias expresiones, y la capital no podía ser una excepción. Aunque aún recordemos términos como “pirao” (loco), “chupa” (cazadora), “peluco” (reloj), “sobar” (dormir), quizá sean menos conocidos términos como “jamón de mono” (cacahuetes), “parné” (dinero), “beatas” (pesetas), “parpusa” (la gorra de los chulapos), “aligerar por la verdú”(marcharse) o el auténtico origen escocés de la palabra “chotis” (“schottisch”).
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