13 de enero 2013 Isaac Rosa
Lo principal en este año que empieza es que no nos movamos, que estemos quietecitos y no levantemos mucho la voz. De ahí la insistencia en convencernos de que ya está todo el pescado vendido desde antes de quitarle el celofán al 2013, que sus doce meses están ya escritos en lo sustancial, y que más allá de accidentes y cambios menores, no hay nada que hacer.
Antes de la crisis era costumbre que en estas fechas los medios de comunicación consultasen a adivinos para que echasen un vistazo a la bola de cristal y nos contasen qué nos deparaban los doce meses venideros. Era una chufla, por supuesto, un elemento festivo más del cambio de año, y ahí estaban esas pitonisas de medio pelo vaticinando siempre lo mismo: un desastre natural, la muerte de alguien importante, una boda de altura, el equipo que ganaría la liga, lo mismo de todos los años, sin afinar mucho, que ya se sabe que la adivinatoria no es una ciencia exacta.
Desde que empezó oficialmente la llamada crisis, los adivinos, videntes y trileros del tarot han enmudecido, no se les oye más que en la madrugada televisiva y previa llamada a un número de pago. Su lugar lo han ocupado los organismos oficiales, las instituciones económicas, los centros de estudios, los ministerios de Economía y los expertos de toda condición, que desde meses antes de cerrar el año ya adelantan cómo será el próximo.
En su caso, al contrario que los pitonisos, sí afinan la predicción, con decimales incluso: nos dicen cuánto caerá el PIB, cuántos nuevos parados se unirán a la cola, por dónde se quedará el déficit, cuánta deuda habrá que refinanciar y a qué precio. Por su parte, los echadores de cartas de la política anticipan las reformas con que seremos golpeados, las nuevas leyes que parecen ya redactadas de antemano.
Así, para 2013 ya sabemos que seguiremos en recesión, que el paro desbordará con mucho los seis millones, que habrá otra reforma de pensiones más dura, que el gobierno recortará otros 13.000 millones solo para empezar. Y hasta sabemos que acabaremos pidiendo el rescate, que según los pitonisos no lo hemos pedido en 2012 gracias al relajo de la prima, debido a que los mercados daban por descontada la petición de rescate en 2013, que esa es otra de las artes adivinatorias del capitalismo, “dar por descontado”, momento en que se activa esa profecía que nunca falla: la de autocumplimiento.