A su vez, el portavoz en el Ayuntamiento de Madrid ha hablado, en lugar de la esperada Esperanza Aguirre, que seguía sin dar la cara a media mañana del lunes, a pesar de que afirma machaconamente que le gusta ser clara y directa. Esa mujer, autora de la frase: “nadie debería estar más de ocho años en política”; o de esta otra dedicada a Manuela Carmena porque la mujer se emocionó: “En política hay venir llorado de casa”; y tal vez la más graciosa de todas, pronunciada segundos antes de que la voz se le quebrara cuando intentaba proclamar su honradez: “Durante toda mi vida he buscado la mejor utilización del dinero del contribuyente y el servicio público”.
Lo decía la misma semana en la que sabíamos que la Comunidad de Madrid ya había pagado el precio de la construcción del hospital Infanta Leonor de Vallecas y aún así vamos a seguir pagando durante veinte años más por algo que ya habríamos comprado si no fuera por esta especial colaboración público privada que nos arruina. El informe de las gestiones de este y otros hospitales de esa red que se abrió en la capital a la gestión privada con contratos de treinta años de los que se encuentra tan orgullosa, y que reivindica constantemente, es uno de los mejores ejemplos de despilfarro, irregulares administrativas, gestión mafiosa y latrocinio por la vía legal. Se les paga de nuevo por servicios ya contratados, también por otros que no se llegan realizar, a su vez, no se les cobra por los servicios que realizan otros hospitales y que deberían abonar, el canon se incrementa de manera subrepticia para incrementar los beneficios de las empresas adjudicatarias, alguno de cuyos responsables está procesado en la trama Gürtel, y detrás de las cuales se encontraban diferentes consejeros de Sanidad, como Fernández Lasquetty, Güemes o Lamela, responsables de esas adjudicaciones, cobrando de esta manera por los servicios prestados cuando estaban en la Comunidad. ¡Joder con los emprendedores!
Uno de ellos, el señor Lamela, todavía sigue en el consejo de una de ellas, Assignia, a la que él mismo asignó la concesión. Una vergüenza que ellos no sienten ni padecen, de la que se lucran, mientras el falso techo de una de las plantas del hospital Gregorio Marañón se venía abajo este fin de semana sobre una de las trabajadoras del centro, representando una metáfora inmejorable del desplome que están provocando en nuestros servicios para poder trincar.