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28 de febrero de 2014

«La economía necesita alinearse con los valores humanos en lugar de practicar el canibalismo»

Carlos Fresneda - 21/2/2014

Christian Felber no es el típico profesor de Economía. Lo suyo fue la Filología, la Psicología y las Ciencias Sociales, e incluso la danza moderna, antes de sentir la llamada del «bien común» y diseminar en 30 países la semillas de ese «modelo alternativo al capitalismo y al comunismo» que lleva promoviendo desde el 2010 y que ha echado por igual raíces en Austria, Alemania y España (su tierra adoptiva). En una gélida mañana vienesa y sin quitarse la bufanda roja, este austríaco de 41 años critica en un español muy directo el «canibalismo» del actual sistema y propone, ni más ni menos, que trasladar a la economía «los valores que están el corazón de la sociedad y que son incluso reconocidos por nuestras constituciones». Cooperación, confianza, democracia, solidaridad... Esos son a su entender algunos de los pilares de La Economía del Bien Común (Deusto), practicada ya por más de 1.500 empresas que aspiran a devolver el factor humano a la maltrecha economía.

Pregunta.- El 88% de los alemanes y el 90% de los austríacos desean un «un nuevo orden económico», según una encuesta de la Fundación Bertelsmann. Pensábamos que la crisis no había hecho estragos en Europa central...
respuesta.- El deseo de un cambio en el sistema económico ya venía de antes, y en todo caso la crisis le ha dado un último empujón. Aquí en Austria no tenemos una crisis material tan acusada como la de Grecia o la de España, pero el porcentaje de ciudadanos que desean un giro en el sistema es igual de alto.
P.- ¿Y aspirar a un modelo que supere la dicotomía entre el capitalismo y el comunismo no es acaso un reto demasiado ambicioso? ¿Qué les diría a quienes critican su propuesta de economía del bien común como una utopía?
R.- Me parece una crítica correcta y abrazo incluso la palabra. Utopía, si nos atenemos a su raíz en griego, es un lugar al que aún no hemos llegado. La economía del bien común (EBC) es una visión a medio y largo plazo, que no se puede poner en marcha en tres o cinco años. Al fin y al cabo, lo que proponemos es poner fin a la contradicción actual y reconciliar los medios y los objetivos de la economía con los valores que constituyen el corazón de nuestra sociedad. No podemos hablar de la solidaridad, la dignidad humana o la responsabilidad social en nuestras constituciones y luego fomentar los comportamientos deshonestos, antisociales e irresponsables, que es lo que hemos hecho con la economía. Tenemos que ser congruentes y crear un sistema que incentive las virtudes, y no los vicios.

P.- ¿El capitalismo es la última ideología?
R.- Yo no creo en el final de las ideologías. Si damos carpetazo al capitalismo, seguramente vendrá otra idelogía, y espero que no sea la Economía del Bien Común... Las ideologías no son más que sistemas de creencias, y en su acepción negativa están muy vinculadas con la capacidad del ser humano para la manipulación colectiva y el autoengaño. El autoengaño, en psicología, funciona como un mecanismo de autoprotección para sentir menos el dolor. Y quizás eso es lo que nos está pasando en estos momentos.
P.- Ahora que algunos países europeos empiezan a levantar cabeza, hay también una tendencia al business as usual, a volver a lo de antes...
R.- Los ganadores del viejo sistema quieren hacernos creer que lo peor ya ha pasado y que podemos funcionar con las mismas pautas, y aspirar a crecer como antes. Si las élites se encierran en sí mismas y se niegan a facilitar un cambio, se van a producir tensiones sociales muy fuertes. En países con un 50% de desempleo juvenil como España existe siempre el peligro de una involución social, e incluso un alto riesgo de violencia. No tenemos más que comprobar cómo el desempleo y el descontento fueron el caldo de cultivo de la Alemania nazi, y cómo está sirviendo ahora para alentar a la ultraderecha en Grecia.... Pero yo soy optimista por naturaleza y veo signos positivos en el horizonte. Este año, en el Foro Económico Mundial de Davos, el tema por excelencia ha sido la desigualdad. Hasta su fundador, Klaus Schwab, ha defendido públicamente el factor 20, que es algo de lo que nosotros llevamos hablando hace años.
P.- Que nadie gane 20 veces más que nadie...
R.- Aunque nos pueda sorprender, fue JP Morgan quien impulsó el factor 20 entre sus propios empleados a finales del siglo XIX. Está claro que desde entonces los banqueros se han distanciado claramente de sus propios principios. En los años sesenta, la diferencia de renta entre los ejecutivos mejor pagados en Europa y los trabajadores era de 24 a 1. En 2011, la brecha era de 325 a 1, y mucho mayor aún en Estados Unidos o en América Latina. El factor 20 puede parecer la Tierra Prometida con respecto a lo que tenemos ahora, pero tampoco es una cifra escrita en piedra. La economía del bien común no es un sistema rígido, sino un proceso, y las grandes decisiones se tomarán de manera democrática. Que sea el pueblo soberano quien decida.
P.- Antes de seguir entrando en materia, más de uno puede pensar que la economía del bien común suena a comunismo...
R.- El comunismo intentó crear comunidad sin libertad, con un modelo de economía planificada. Mientras que el capitalismo ha buscado la libertad sin comunidad, con el modelo que tenemos ahora de economía de mercado. Los dos sistemas han fallado a su promesa. Lo que propone la Economía del Bien Común es una tercera vía para superar las contradicciones entre el individuo y la sociedad. Nosotros abogamos por la libre empresa, pero creemos que la búsqueda del beneficio propio debe vincularse fuertemente a la consecución del bien común. Buscamos de alguna manera la libertad del individuo en una comunidad vibrante y fortalecida.
P.- Decía Adam Smith que cuando uno trabaja para sí mismo, sirve a la sociedad con más eficacia que si trabaja para el interés social...
R- Yo creo que va siendo hora de revisar ese principio y demostrar que es posible crear una economía cooperativa de mercado. De alguna manera, ha quedado ya demostrado con el ejemplo de Mondragón, uno de los mayores referentes mundiales del cooperativismo. El problema con Mondragón es que es muy difícil mantenerse fiel a los valores fundacionales en un sistema como el que rige hoy en día la economía global. Dentro un entorno capitalista como el que tenemos, es fácil que hasta las cooperativas pierdan su coherencia ética y se acaben acoplando a las reglas del juego que permite fagocitar a otras empresas.
P.- Otros se remiten a Darwin y aseguran que la competencia la llevamos en los genes: la supervivencia del más fuerte...
R.- El darwinismo social me parece una ideología peligrosa. No hay ninguna demostración científica de que eso sea así. Más que un mandato genético, la competencia a ultranza es una constumbre que ha pervivido gracias a un aprendizaje cultural exitoso. Los biólogos evolucionistas han demostrado que la cooperación, más que la competición, es el principio básico e invisible que permite la vida, empezando por la propia estructura del ADN. La naturaleza está llena de ejemplos increíbles de cooperación, aunque la imagen que todos llevamos grabada es la del león comiéndose a la cebra. En la naturaleza, el canibalismo se da en situaciones extremas. Y sin embargo, el canibalismo más cruel es el que ha aplicado nuestro sistema económico, como hemos visto en la reciente crisis.
P.- Cuéntenos pues en qué consiste la fórmula de la Economía del Bien Común...
R.- El punto de partida son los valores. Queremos devolver el alma y el factor humano a la economía, y crear un sistema que fomente la responsabilidad, la honestidad, la generosidad y la solidaridad. Partimos de un sistema de economía de mercado, con algunos elementos de eso que llamamos la economía del regalo. Y empezamos trabajando muy directamente con las empresas, los municipios, las organizaciones e incluso los individuos, a los que ofrecemos la posibilidad de autoevaluarse ¿Cómo? Realizando balances del bien común, complementarios de los balances financieros. En ellos se mide desde la utilidad de los productos a las condiciones laborales, el reparto de ingresos, la remuneración de las mujeres, el trato a los clientes, la relación con otras empresas, la toma democrática de decisiones, el impacto ecológico... Las empresas pueden tener una puntuación que va de cero a mil: cuanto mejor sea la cifra, mejor tu reputación. La idea es que funcione como un sello que dé a las empresas y a los productos un valor añadido, que sirva para atraer clientes y para contribuir a la propagación de los buenos valores.
P.- ¿Cuántas empresas se han adherido a la EBC y qué es exactamente lo que ganan?
R.- Más de 1.500 empresas en 30 países. Nos puede parecer mucho o nos puede parecer poco... La verdad es que estamos desbordados teniendo en cuenta que hemos empezado como una pequeña organización. Y la respuesta en España ha sido multitudinaria, con más de 35 grupos. En noviembre celebramos el primer encuentro estatal de municipios del bien común, y la idea es seguir creciendo de un modo orgánico, hasta celebrar convenciones nacionales en las que estén presentes todos los actores de la nueva economía, incluida la banca democrática. La idea es que los valores del EBC empapen todos los sectore económicos.
P.- ¿Quién controla la economía del bien común?
P.- Se controla por sí misma, aunque se puede incentivar desde los gobiernos locales y regionales, como ocurre en Austria. El proceso, en cualquier caso, tiene que ser abierto y democrático. Si algo hemos aprendido en los más de tres años desde que lanzamos el movimiento es que la participación tiene que ser máxima y las decisiones han de ser democráticas.
P.- ¿Y quién le garantiza que el modelo puede funcionar a gran escala?
R.- Lo iremos comprobando sobre la marcha e incorporando todo lo que haga falta. Lo que pretendemos, al fin y al cabo, es reivindicar el valor que tenía la economía hace 250 años, cuando surgió a partir de la Filosofía Moral. Es ahí donde debería volver, y por eso es bueno que se abra ahora a la ética, a la sociología, a la psicología y a la ecología. Es el momento de las gran reunión de las ciencias universales, que no pueden seguir fragmentadas como hasta ahora y peleándose entre ellas. Ha llegado el momento de que los no economistas se ocupen de la economía. Yo mismo podría servir como ejemplo.

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"La información ya no tiene relevancia"

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial. Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención. El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA.

Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario. La información ya no tiene relevancia.

Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de continuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia. Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar, ya no queremos hacernos preguntas, solo queremos respuestas rápidas y fáciles. Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas, pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.

Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos. Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad. Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa, nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.

Es pura lógica: No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual, porque nuestra mente está programada por el Sistema. Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.

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-- Jean Ziegler - Vicepresidente de la ONU --

“No puede ser que en un planeta con los recursos agroalimentarios suficientes para alimentar al doble de la población mundial actual, haya casi una quinta parte de sus habitantes sufriendo infraalimentación”.

“La hambruna ya es una realidad en las banlieues parisinas y el pueblo español también está sufriendo la pobreza, como el resto de Europa”.

Los teóricos del neoliberalismo, “nos han hecho creer que hoy en día la austeridad es la única política posible, pero sólo se aplica a la clase trabajadora y nunca a los banqueros.

El neoliberalismo delictivo, “se cura con política”.

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-- Compromiso de todos --

-- Olivier de Schutter - Relator de la ONU --

“Con la comida que se tira podrían alimentarse 2.000 millones de personas”

”La mitad del cereal producido en el planeta es para satisfacer la demanda de consumo de carne. Hay un sobreconsumo de carne absolutamente insostenible”

http://esmateria.com/2014/04/25/con-la-comida-que-se-tira-podrian-alimentarse-2-000-millones-de-personas/

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-- El beneficio de los alimentos naturales --

*** Parada obligatoria ***