Luis García Montero
La tragicomedia que hemos vivido estos días en Madrid es una explicación sencilla de lo que está ocurriendo en España y en el mundo. Unos cuantos individuos, que ponen en duda la eficacia de lo público en sus programas de gobierno y que exigen sacrificios graves a los trabajadores, se aprovechan con una eficacia mafiosa de los bienes del Estado para acumular grandes sumas de dinero. Esta operación, que empobrece a las mayorías para concentrar la riqueza en unas cuantas manos, se puede hacer de forma legal o de un modo delictivo. Son las dos caras del hampa neoliberal.
El modo delictivo consiste en el arte de la apropiación indebida por medio de la prevaricación, el cohecho, el blanqueo, el fraude, la estafa y el hurto. El PP ha configurado un minucioso manual del buen corrupto –que se sepa por ahora– en Madrid, Valencia, Murcia y Baleares. Me temo que su poco interés por Cataluña tiene que ver con las dificultades de negocio turbio en aquella tierra, ocupada ya por Convergencia, la familia y sus propios corruptos. La actuación mafiosa descompone el sistema y degrada el Estado cuando, junto al robo, se invaden los terrenos de la Justicia y de la policía para encubrir a los amigos. “Aquí no hay mañana ni esperanza posible”, dice el verso negativo de García Lorca.
El modo legal necesita de la política en un sentido más sonriente. Se trata de que el partido del Gobierno deje de representar los intereses de la ciudadanía y se ponga al servicio de las élites económicas a la hora de aprobar leyes y de aplicar los presupuestos. Puede convertirse así la sanidad pública en un negocio privado, la educación pública en un negocio privado, la economía pública en un negocio privado. Pueden establecerse normas y prácticas para favorecer a las grandes empresas de la energía o la telefonía, a las grandes empresas dedicadas a las obras públicas y a las grandes entidades financieras.
Y, sobre todo, pueden liquidarse los derechos laborales de los trabajadores hasta inventar una nueva forma de esclavitud y miedo. Vamos “a sudores sin fruto”, dice aquí el verso negativo de García Lorca. Los salarios son tan precarios que el puesto de trabajo ni siquiera sirve para salir de la pobreza. El PP ha configurado también un minucioso manual del buen explotador legal. ¡Todo el poder para los grandes ejecutivos que acumulan beneficios! El aumento de la desigualdad es incluso más grave para la convivencia democrática y la cohesión social que la descomposición de las instituciones del Estado.