13/8/2014
Luis Sepúlveda
La crisis afecta a los españoles con toda su furia devastadora. Pero el PP y el PSOE son incapaces de explicar a los ciudadanos qué ha pasado. La función de un Gobierno es hacer el relato de la sociedad, con sus contradicciones y problemas, pero este relato no existe en España porque desde la muerte de Franco en 1975 y el inicio de la Transición, los responsables políticos han hecho de la pereza intelectual una marca de identidad. El gran escritor chileno, residente en España, Luis Sepúlveda, nos propone su propio relato de la ascensión y caída de una ilusión económica.
La literatura sirve para explicar la complejidad del universo, porque el relato tiene como punto de partida un lugar y un momento determinado. La crisis me afecta de una manera directa, muchos de mis amigos españoles la padecen con toda su furia devastadora, sienten que el futuro no puede ser más incierto y contemplan atónitos como la normalidad de un país europeo se desmorona cada día entre la deriva de dos Gobiernos, del Partido Popular y del PSOE, incapaces de hacer una exposición que permita a los ciudadanos entender qué diablos pasó, qué está pasando y, lo peor, qué demonios pasará mañana. Se supone que la función de cualquier Gobierno es mantener actualizado el relato de la sociedad, con todas sus contradicciones y problemas, pero este necesario relato no existe en España, no ha existido nunca, porque desde la muerte de Franco y el inicio de la transición a la democracia, los responsables de la conducción política del país hicieron de la pereza intelectual una marca de identidad. No había para qué pensar en un modelo de país viable y, si se revisan como yo lo he hecho, las intervenciones en el Parlamento o los discursos de las campañas electorales, no se encontrará ni una sola frase memorable que apuntara a eso que se llama idea de país y sociedad.
El único estadista español que intentó trazar el relato de la sociedad española fue Azaña. No hubo ni hay otro, porque la gran carencia de España es la falta de una burguesía ilustrada, esa misma que genera la figura del Hombre o la Mujer de Estado.
La única frase destacable es la cita que Felipe González hizo de un proverbio chino: “no importa si el gato es blanco o negro; lo que importa es que cace ratones”. Y a partir de esa frase, que se impuso aplicada a todas las situaciones sociales, económicas, culturales y políticas, intentaré hacer un relato que me permita entender qué diablos pasó, qué demonios está pasando, y por qué está pasando. Como ciudadano europeo necesito un relato para entender este presente de pesadilla, que me ayude a encontrar la puerta de salida y no dejar que me atrape como el maldito retrato de Dorian Gray.
Hacía bastante frío en Madrid la mañana del 4 de febrero de 1988, pero las bajas temperaturas se sentían en la calle y no así en la bien atemperada sala del Palacio de Congresos. Más de mil empresarios convocados por la APD, Asociación para el Progreso de la Dirección, esperaban las palabras animadoras de Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda del gobierno socialista de Felipe González.