Hablar de casta política (a menudo abreviado en ‘casta’ a secas) era hasta hace poco monopolio de la derecha. Era algo muy de votante de UPyD. Hablar de la casta y sus gastos, de los asesores del Senado, de los coches oficiales y de las dietas de los diputados. Y era y es algo que desde la izquierda detestamos. Nos empeñamos en decir, sin descanso, que hay que mirar al capitalista y no al político, porque este en última instancia no es más que un títere de los ricos.
Unos meses atrás irrumpió en el panorama político español Podemos, un partido dirigido por intelectuales de clase media que recogió el descontento de la propia clase media, a la que es fácil agitar en tiempos de crisis. También va ganando votos entre los obreros, clase que normalmente se ciñe a votar a uno de los grandes partidos.
El caso es que Podemos y su líder (aunque él no quiera autodenominarse así, por considerarlo lenguaje negativo y parte de la ‘vieja política’) comenzaron a bombardear los platós televisivos con el término casta. Y claro, a mí me hizo gracia. Y a la gente de izquierdas en general también. Pero pensé que era inteligente robarle a la derecha esa palabra y darle otro significado, algo que jamás habría pasado por las mentes de un partido de izquierdas clásico.
Al principio la casta eran sólo los políticos ‘del régimen’. ¿Qué significa ser del régimen? Significa básicamente ser rico, no trabajar para el pueblo sino para “las eléctricas, la banca…” y ya que estamos ser corrupto. O pertenecer a un partido corrupto. O sea, que ser de la casta equivale a ser un político burgués. Un servidor público que no sirve a la mayoría sino a una minoría muy poderosa. Los intelectuales de Podemos se limitaron a cambiar un término hoy en día ridículo (político burgués) por otro nuevo entre los votantes progresistas (casta).
Podemos ha ganado su apuesta por el término casta. Ahora se escucha en muchas partes, en la prensa y los debates, en las bromas de los círculos de izquierdas etc. Y algún idiota con pocas miras, como Felipe González, adopta el término (obviamente negativo)… y se lo atribuye a sí mismo. “Soy de la casta que creó la sanidad pública”, dijo. Para alguien que entienda de política y tenga capital cultural la frase de Felipe Gonzalez es genial, es un zas para los de Podemos. Pero en términos populares el expresidente socialista la cagó. Errejón dijo que cuando ellos utilizan el lenguaje que tú has creado es que estás ganando. Y es cierto. ¿Cuál fue la última vez que un partido de izquierdas introdujo un término, o cambió un significado con éxito? Probablemente desde la Segunda República no conseguíamos algo así. Normalmente nosotros tragamos con su lenguaje, o nos encerramos en lo poco que queda del nuestro de forma bastante patética.
Todo esto está muy bien, pero ‘casta’ sigue siendo un término demasiado ambiguo. ¿Cómo podríamos definir a la casta? ¿son sólo políticos, o también caben los poderes económicos? ¿y algo más? Es lo que me propongo a continuación: dar un contenido a este palabro y responder al título del artículo.
La casta como alianza intersectorial de poderes
La casta es una alianza entre poderes. Decir esto requiere antes que nada definir qué es ser el poder. ¿Cómo sé si soy parte del poder?
Podemos definir el poder como una capacidad estable y extendida en el tiempo de poder hacer que los demás se adapten a tus deseos. El banquero que ‘sugiere’ al político que vote a favor de una ley que le beneficia tiene poder aunque no lo ejerza directamente. Tener poder de verdad significa poder hacer que quienes mandan trabajen para ti. Si el parlamento crea una ley pro-desahucios los demás se tienen que adaptar quieran o no, y si se niegan se manda a la policía y punto. Así de fácil.
Pero claro, no todo el poder está concentrado. Si le preguntamos a un comunista sin demasiada formación quién detenta el poder nos dirá que es la burguesía quien manda. Pero la realidad es mucho más compleja, aunque la anterior afirmación tenga mucho de cierta.
La prensa, por ejemplo, también es un poder. El ejército otro, aunque ahora esté latente. La policía también. La casta viene a ser una alianza entre todos estos poderes para lograr la realización de intereses contrarios a los de la mayoría. Es decir, la casta estaría compuesta por un conjunto de personas que trabajan en los distintos poderes de la sociedad (el poder económico, el poder político, el poder militar, el poder mediático, el poder educativo…) para lograr ciertos objetivos.
Entonces, tendremos que decir qué objetivos son esos. ¿En función de qué actúa la casta? ¿hay algún poder que predomine? Por ejemplo, ¿podemos decir que predomina el poder militar? Va a ser que no: de lo contrario probablemente veríamos una sociedad más militarizada, la nacionalización de empresas armamentísticas etc. ¿Predomina el poder político? Vistas las continuas declaraciones de los partidos de que deben adaptarse a ‘los mercados’ tampoco parece que sean ellos los que mandan. Plantear que la prensa es el poder dominante entre la casta tampoco tiene mucho sentido, pues suele difundir un mensaje u otro dependiendo de lo que requieran los otros poderes, es decir, la prensa no tiene intereses propios (o al menos no significativos) sino que es más bien un instrumento.
¿Entonces cuál es el poder real? ¿quién manda en la casta, ese conglomerado de personas poderosas contrarias al interés de la mayoría? Demos
la palabra a Iñigo Errejón, uno de los dirigentes de Podemos:
¿Cuál es el poder real? ¿es el poder que tienen los diputados? Pues tienen un poquito de poder, pero ese no es el poder fundamental. El poder real está entre quienes acumulan muchísimo [dinero] en muy pocas manos. Tienen un inmenso poder que jamás pasa por las elecciones, y es elegido sistemáticamente por mecanismos no democráticos. ¿Cuáles son esos mecanismos no democráticos? Son los mecanismos de la economía.
El poder económico son básicamente los grandes empresarios y banqueros. Estos dominan al poder político y al mediático y además cuentan con el favor de las fuerzas represivas que están sometidas al Gobierno.
A los políticos los suelen controlar de dos formas. La primera es mediante el soborno, sea financiando al partido (hemos visto ejemplos en el PP) o contratando a sus altos cargos en empresas (hay cientos de casos de políticos que al acabar sus funciones estatales fichan por alguna gran empresa). No hay más que ver el destino de Aznar o González (Endesa), o el simple hecho de que nuestro Ministro de Defensa trabajase anteriormente en una empresa armamentística y el de Economía en un banco. La segunda es mediante la amenaza de sabotear la economía, pues en realidad son estos poderes económicos los que la controlan. Pueden perfectamente sentarse con el Gobierno y decir “mira, si subes el salario me llevo la empresa al tercer mundo” o “mira, si me subes los impuestos me llevo la pasta a un paraíso fiscal” o “si gana este las elecciones monto un boicot económico”.
En cuanto a la prensa, sencillamente son ellos los que la financian. El periódico de información general más leído en España, El País, está pagado con el dinero de grandes inversores (Liberty Acquisition Holdings Corp posee el 47% de las acciones), banqueros, y familias de magnates. Le sigue El Mundo, propiedad de Unidad Editorial, a su vez propiedad de un gigante económico italiano financiado entre otros por Fiat.
Por su parte, las fuerzas de represión (policía y, en última instancia, ejército) tienen que estar por fuerza sometidas a la casta. De hecho esta unión llega hasta el punto que las cúpulas policiales pueden ser parte de la propia casta, aceptando el sometimiento consciente al poder económico.
De algún modo, podemos concluir que el poder económico es la cabeza de la casta. Son los que en última instancia mandan. Dicho esto, pueden existir conflictos entre los componentes de la casta, y dentro de los propios aparatos del poder. Por ejemplo, pueden existir y existen periodistas y policías que trabajen para la casta pero que en realidad estén resentidos con ella. Y es perfectamente posible que quienes trabajan para la casta sin ser parte de ella se rebelen y se pongan del lado de la mayoría social.
Es decir que entre los propios sectores que mandan en nuestra sociedad hay contradicciones, contradicciones que se pueden y deben explotar. En el seno de un partido político de la casta, como el PSOE, puede haber ciertos mandatarios en desacuerdo con que el Gobierno trabaje para los ricos. Y esos conflictos pueden estallar en cualquier momento. También hay policías que deben estar deseando detener al banquero que evade impuestos, y no hablemos ya de los inspectores de Hacienda.
La mayoría de aparatos de los que dispone el poder económico son eso: aparatos, instrumentos. No son fines en sí mismos sino herramientas para la dominación.
¿Cómo acabar con la casta?
Si hemos admitido que la cabeza de la casta es el poder económico (los propios dirigentes de Podemos así lo piensan), podemos concluir que para acabar con ella bastará con decapitarla. Con esto quiero decir que no es necesario destruir todo lo que controlan los grandes empresarios y la banca, sino que lo que debemos hacer es controlarlos nosotros. Controlar la prensa, el ejército y la política desde abajo. Una vez acabemos con el poder económico (expropiando y nacionalizando siempre para ponerlos al servicio de la mayoría) la propia casta política, militar, informativa etc. tenderá a desaparecer. Sus servidores tendrán que adaptarse a la nueva realidad.
Por ejemplo, es difícil imaginar que la prensa en general siga emitiendo opiniones favorables a un poder económico que ya no existe. Siempre quedará un Intereconomía, pero es de esperar que sea marginal. También la policía dejará de desahuciar, dado que no habrá bancos que ordenen desahucios. Las aulas de economía serán por fin críticas y plurales, no serán necesarios alumnos que repiten dogmas liberales.
Pero las ideas que haya difundido la casta a través de sus propios componentes (mandamases universitarios, intelectuales, periodistas, cineastas…) seguirán flotando en la sociedad, y lo primero es combatirlas. Porque son ideas contrarias al bien común que no sirven más que a los cuatro ricachones de este país. En eso ya anda trabajando Podemos.
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