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27 de marzo de 2014

La Dignidad y la Desvergüenza

25/3/2014
Jaume Asens y Gerardo Pisarello
“La ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos humanos son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos”. Con esta consigna arrancaba hace más de dos siglos, en las calles de París, una de las Marchas por la Dignidad que mayor huella dejaría en la historia de la humanidad. La semana pasada, esas palabras volvieron a resonar, en diferentes lenguas, entre las miles de mujeres, hombres y niños que, desde diferentes rincones del Estado, ocuparon las calles de Madrid para alzarse contra el despojo de sus derechos más elementales. Dignidad, dignidá, dignitat, dignidade, duitasuna.
Esta exigencia de dignidad, de respeto, es la respuesta a una política que pretende convertir el miedo en una categoría central de la vida cotidiana. El miedo al endeudamiento, al desahucio, al exilio forzoso, a la pérdida de unos ahorros o de un empleo cada vez más miserables. Esta política del miedo, de la ignorancia y del desprecio por los derechos, tiene dos caras. Una, la de los antisociales decretos leyes de los viernes, la de las contrarreformas laborales, la de la conversión de la vivienda en un lujo para pocos, la del asalto privatizador a la sanidad y a la educación, la de los 200.000 millones de euros para la banca. La otra, la represiva. La que arma a la policía hasta los dientes y la lanza como un mastín desbocado, babeante, contra una ciudadanía indefensa. La que siempre tiene a mano una reforma amenazadora del Código Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, de las infames leyes de Seguridad Ciudadana y de Seguridad Privada, de la Ley del Aborto.
Quienes impulsan esta política del miedo son gente creyente, como el Ministro Fernández Díaz, que encomienda a Santa Teresa la resolución de la crisis mientras recibe a los desesperados en Ceuta y Melilla con vallas cortantes y disparos. También son gente piadosa, como el Ministro Ruiz Gallardón, artífice de una justicia para ricos y del enésimo intento de controlar el cuerpo de las mujeres, comenzando por las más pobres, por las que nunca podrán burlar la ley en clínicas privadas de pago.

Esta gente creyente, esta gente piadosa, autorizó a la policía a irrumpir en Madrid con balas de goma y gases lacrimógenos mientras las integrantes del Coro de la Solfónica, dirigida por Sonia Megías, gritaban “estas son nuestra armas”, enseñando sus instrumentos y las partituras. Esta gente creyente, esta gente piadosa, toleró infiltraciones, cargas desmesuradas y permitió que decenas de detenidos tuvieran que permanecer siete horas contra una pared y con los brazos en alto en los calabozos de Moratalaz, sin poder ir al servicio, sin beber ni comer hasta el día domingo. Y esta misma gente ordenó a la policía que disolviera la concentración legítima de apoyo y de solidaridad con quienes, en la más absoluta impotencia, habían visto avasallados sus derechos.
Da igual que el Comisario Europeo de Derechos Humanos, Nils Muiznieks, haya pedido, hace solo unos meses, el fin de la impunidad con la que las autoridades españolas suelen tratar los abusos policiales en manifestaciones y comisarías. Da igual que desde el Consejo General de Poder Judicial se hayan confirmado muchos de los vicios de inconstitucionalidad que las asociaciones de derechos humanos señalaron en la llamada Ley Mordaza. Da igual también que hasta los sindicatos policiales cuestionen la política irresponsable de unos altos mandos empeñados en presentar todo acto de protesta como una conspiración terrorista o filonazi.
Esta imperturbabilidad, esta incapacidad para rectificar, es consustancial al Régimen del miedo, del desprecio por los derechos, tan necesario cuando lo que se pretende es blindar privilegios que solo pueden prosperar en las alcantarillas del poder, sin luz pública alguna. De ahí el sutil pero efectivo golpe mediático que se ha producido en los últimos meses. El que permite a los grandes periódicos y televisiones silenciar y ridiculizar la protesta social. La de ahora y la de siempre. La hipócrita e interesada recuperación de la figura Adolfo Suárez como emblema de un “Consenso sin conflicto” tiene ese propósito. Borrar la memoria de la presión en la calle que forzó al Régimen franquista a abrirse más de lo que hubiera querido, y evitar, claro, que esta presión pueda llegar a imponer hoy la ruptura democrática que entonces no se consiguió.
En un momento de desasosiego social muy profundo, la Marcha por la Dignidad ha espoleado la esperanza de miles de personas que asistían impotentes, atemorizadas, a la expropiación de sus derechos y de la capacidad de decidir sobre sus vidas. Ese grito de esperanza tendrá continuidad en decenas de actos y manifestaciones como la que tendrá lugar este sábado en Barcelona para denunciar las políticas represivas y apoyar a quienes, hace más de dos años, rodearon el Parlament de Catalunya para impugnar los presupuestos más anti-sociales aprobados desde tiempos del franquismo. Cada uno de estos actos, cada una de estas manifestaciones, será una confirmación, modesta pero irrevocable ya, del viejo aforismo del cardenal de Retz: cuando los que mandan pierden la vergüenza, los de abajo pierden el respeto. No se trata más que de eso: de exigir dignidad, de plantar cara, a una gente que lo ha hecho todo por convertirse en la encarnación más acabada de la desvergüenza.

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"La información ya no tiene relevancia"

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo superficial. Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle atención. El hecho de que SABER LA VERDAD YA NO IMPORTA.

Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario. La información ya no tiene relevancia.

Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de continuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia. Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar, ya no queremos hacernos preguntas, solo queremos respuestas rápidas y fáciles. Somos y queremos ser antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que rebotan imágenes externas, pero los espejos son planos y no albergan más vida en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.

Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos. Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad. Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa, nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.

Es pura lógica: No hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual, porque nuestra mente está programada por el Sistema. Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.

http://economiazero.com/por-que-estalla-una-revolucion/

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La Ley es todo. Nuestras leyes nos retratan y definen lo que somos en convivencia

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En el año 1985 un drástico cambio legislativo atribuyó al Parlamento la elección de todos los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)

--- Las empresas del IBEX35 bajo lupa ---

El paro y la precariedad no son problemas individuales, son problemas colectivos

-- Jean Ziegler - Vicepresidente de la ONU --

“No puede ser que en un planeta con los recursos agroalimentarios suficientes para alimentar al doble de la población mundial actual, haya casi una quinta parte de sus habitantes sufriendo infraalimentación”.

“La hambruna ya es una realidad en las banlieues parisinas y el pueblo español también está sufriendo la pobreza, como el resto de Europa”.

Los teóricos del neoliberalismo, “nos han hecho creer que hoy en día la austeridad es la única política posible, pero sólo se aplica a la clase trabajadora y nunca a los banqueros.

El neoliberalismo delictivo, “se cura con política”.

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-- Compromiso de todos --

-- Olivier de Schutter - Relator de la ONU --

“Con la comida que se tira podrían alimentarse 2.000 millones de personas”

”La mitad del cereal producido en el planeta es para satisfacer la demanda de consumo de carne. Hay un sobreconsumo de carne absolutamente insostenible”

http://esmateria.com/2014/04/25/con-la-comida-que-se-tira-podrian-alimentarse-2-000-millones-de-personas/

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-- El beneficio de los alimentos naturales --

*** Parada obligatoria ***