La lujuria, la gula, la ira, la pereza, la soberbia, la envidia y la avaricia. Son los siete pecados capitales que recoge la tradición y que son, en cierta forma, un modo de ver el mundo y la condición humana. Son aquellas tentaciones que más nos cuesta vencer y contra las que la razón (y la religión, y la moral, y las costumbres...) nos aconsejan luchar. Pero en una sociedad totalmente distinta a la que existía cuando esos pecados se anunciaron, también las grandes tentaciones necesitan una puesta al día.
La privacidad es ahora uno de nuestros bienes más preciados, y está en peligro. El pasado miércoles, más de 4,5 millones de usuarios de la aplicación de mensajería que se autodestruye Snapchat vieron como sus alias y números de teléfono eran publicados en internet como resultado de un ataque a la seguridad de la app. “La gente suele utilizar el mismo nombre de usuario siempre, así que puedes utilizar esta información para asociar números de teléfono con cuentas de Facebook o Twitter o simplemente para averiguar el número de teléfono de aquellas personas con las que quieras ponerte en contacto”, se leía en la página web donde podía descargarse el archivo con todos los datos.

Por eso conviene conocer cuáles son los principales fallos que cometemos en internet. Son esos pecados capitales, tentaciones en las que todos caemos y que son el origen de nuestra perdición, lo que termina haciendo caer nuestra privacidad en manos del diablo, es decir, de todo el mundo que no queremos que la conozcaEl objetivo del hackeo, explicaban sus autores aMashable, era hacer consciente al público de un fallo en la seguridad de Snapchat. Sin duda, el debate sobre la privacidad en internet ha sido uno de los que más frecuentemente ha articulado la conversación en torno a la tecnología y el uso diario que hacemos de ella en 2013, y todo apunta a que seguirá candente en este año que empezamos. Más allá de la responsabilidad que tienen las empresas de internet de proteger los datos de sus usuarios, está claro que participar en la red ya es exponerse voluntariamente de una forma u otra. La única manera de proteger absolutamente nuestra privacidad es mantenerse alejado de cualquier conexión a internet.
Pero ignorar internet supondría aislarse de lo que ya es una esfera social más, cuya importancia va en aumento y que puede ser tremendamente enriquecedora si sabemos cómo usarla. Por eso conviene conocer cuáles son los principales fallos que cometemos en la red. Son esos nuevos pecados capitales, tentaciones en las que todos caemos y que son el origen de nuestra perdición, lo que termina haciendo caer nuestra privacidad en manos del diablo, es decir, de todo el mundo que no queremos que tenga acceso a ella.
1. La soberbia. Un pecado clásico, el creerse por encima de los demás, aplicado a una nueva problemática: “A mí no me importa el espionaje porque no tengo nada que ocultar”. Craso error. Enhorabuena si no tienes absolutamente ningún secreto para nadie (¿estás seguro de eso?) pero esto no es una cuestión de ocultar nada, sino de proteger lo que consideras que es tuyo y que el mundo no tiene por qué saber.
La violación de la privacidad en internet es un asunto grave, igual que lo sería que alguien entre en tu casa, aunque no tengas en ella nada reprochable ni oscuro. De la misma forma que echas la llave al salir, deberías saber cómo proteger tu espacio digital. Piensa, además, que protegiéndote a ti proteges a todos tus contactos, así que interésate y toma medidas, y si no lo haces, por lo menos deberías conocer las consecuencias.
2. La pereza. Otro clásico, la pereza es uno de los principales fallos que nos hacen caer en errores fácilmente evitables. ¿Cuántos usamos nombres de usuario y contraseñas distintas para cada servicio? Hay que idearlas y sobre todo, recordarlas. Da pereza, pero es vital para hacer más difíciles las suplantaciones de identidad o el robo de datos de tus cuentas.
Existen muchos servicios que generan contraseñas aleatorias, así como para almacenarlas de forma segura. La clásica libreta en papel donde tenerlas apuntadas es otra opción, pero lo más seguro sigue siendo ejercitar la memoria. En cuanto a su seguridad, la Asociación de Internautas proporciona en su web una herramienta para medirla
Otro ejemplo de pereza es no cerrar sesión cuando terminas de navegar, cerrando directamente la ventana del navegador. Sí, tendrás que volver a introducir tus claves cuando quieras entrar de nuevo, pero así te asegurarás de que nadie se encuentre tus perfiles a la vista y decida jugarte una mala pasada.
3. La ignorancia. Manejarse en internet es fácil. Manejarse de forma consciente y segura, no tanto. Hay mucho más detrás de los servicios que utilizamos de lo que se ve a simple vista, y no lo sabemos. Por eso, hay que educarse. Para empezar, hay que leer y entender (pero de verdad) en qué consisten los términos de uso de las páginas en las que nos registramos, que muchas veces aceptamos sin conocer.
En Teknautas ya os hablamos de Terms of Service; Didn't Read, una iniciativa colectiva para leer, analizar y publicar los puntos más importantes que se recogen en las condiciones de servicios como Facebook, Twitter, Amazon, o Wikipedia. Jorge Morell Ramos, abogado experto en nuevas tecnologías, lleva a cabo su propio análisis (constantemente actualizado) sobre esta cuestión en España. Desde servicios de mensajería hasta PS4, Morell repasa en su blog decenas de aplicaciones, páginas y dispositivos.
Pero como toda información es poder, también conviene aprender sobreherramientas alternativas a las más habituales, que pueden darnos un plus de seguridad y privacidad: correo electrónico encriptado, servicios de cifrado para la mensajería móvil, navegación privada, programas minoritarios, etc.
4. El despiste. Es la otra cara de la pereza, esos errores que cometemos porque no prestamos atención o no nos acordamos. Por ejemplo, borrar el historial de navegación y las cookies acumuladas de vez en cuando, así como utilizar navegadores privados cuando no queremos que nuestra actividad quede registrada, o el ya mencionado cierre de sesión en nuestras cuentas. 
Suelen ser gestos pequeños que necesitan convertirse en costumbre para que los hagamos de forma automática. Especialmente conveniente es enseñarlos a los más jóvenes, para que los adquieran como hábitos desde sus comienzos en la redTambién ayuda acordarse de desconectar el GPSo la conectividad wifi o bluetooth cuando no se está utilizando. La localización espacial ya es accesible con un teléfono sin internet, no hace falta ponérselo más fácil llevando la función de GPS siempre activa (además de añadir nuestra posición a cada fotografía o comentario que publicamos en las redes sociales). En cuanto a la conectividad, puedes evitar la promiscuidad de tusmartphone con la primera red abierta que pille. O intentar evitarlo, al menos, ya que los fabricantes podrían reservarse la posibilidad de manejar esta función a sus anchas.
Suelen ser gestos pequeños que necesitan convertirse en costumbre para que los hagamos de forma automática. Especialmente conveniente es enseñarlos a los más jóvenes, para que los adquieran como hábitos desde sus comienzos en la red.
5. El exhibicionismo. Estar en internet es, en parte, exhibirse, contar cosas de uno mismo: compartimos experiencias en forma de fotos, vídeos o texto. Pero esa exposición tiene su contrapartida negativa.
Para empezar, la cámara de tu ordenador, tu smartphone o tu tableta es un acogedor punto de entrada para hackers, algo que puedes evitar con un truco tan simple como poner un trozo de esparadrapo ante la lente. 
Pero el riesgo no está solo en una foto robada o datos conseguidos de forma ilegal: las imágenes e información que voluntariamente publicas sobre ti son una fuente de datos mucho más rica de lo que crees. Cuántos kilómetros has corrido esta mañana y dónde, el restaurante donde estás comiendo o el cine al que vas a ir, en qué insituto estudiaste y en qué empresas trabajas, qué opinas sobre esto o sobre lo otro, incluyendo política, religión, sexualidad... todo eso, y mucho más, contamos abiertamente en la red sin pensarlo dos veces. 
Por eso hay quien asegura que la privacidad en internet, de hecho, no existe.
6. El cotilleo, sobre todo el de los demás. Desde tus contactos de Facebook hasta tu pareja, tu padre o tu hijo. Unos a través de tus perfiles en las redes sociales y otros al pillar tu móvil en un descuido. Estamos de acuerdo en que lo ideal sería educar la vena cotilla del respetable para contenerla, pero hasta que eso ocurra, toma medidas.
Configura tus dispositivos de modo que siempre, siempre, siempre te soliciten una contraseña al encenderlos o desbloquearlos. Evitarás que manos indiscretas realicen un rápido escaneo mientras no miras. Acuérdate también de revisar tu configuración de privacidad en redes sociales para asegurarte de que solo te ve quien tú quieres. Piensa que, por defecto (excepto en algunos casos cuando se trata de menores) ésta será lo más abierta posible.
7. La avaricia. Querer tenerlo todo, estar siempre conectado, registrarse en todos los servicios, descargarse todas las apps... Puede resultar francamente agotador, pero además nos hace bajar la guardia sobre las barreras que ponemos a nuestro yo digital para proteger nuestra privacidad.
Conectarse a la red wifi abierta de un establecimiento para tener internet gratuito y no consumir datos, por ejemplo, es abrir la puerta a esa marca para que nos haga llegar sus ofertas. No es que sea malo hacerlo, pero conviene saber las consecuencias.
Del mismo modo, al descargar una aplicación le damos acceso a determinadas funciones de nuestro móvil, igual que registrarse en una promoción o concurso en internet suele significar consignar nuestra dirección de email o nuestro número de teléfono. 
De nada sirve protestar contra el espionaje o las malas prácticas de las empresas de internet si nosotros mismos dejamos nuestra privacidad desparramada por toda la red...