1/3/2016
La agenda oculta de la investidura
se juega en las tres galaxias de poder que dominan hoy el índice bursátil: el
PP en funciones, La Caixa y el fondo estadounidense Blackrock.
El empate técnico que dibujó el 20D y la consiguiente necesidad de
generar alianzas ha hecho que todos participen en un juego de limpieza
semántica del otro, de redefinición de los límites amigo-enemigo, reemplazando
la crítica estructural del adversario (como expresión de unos intereses, como
partido de clase, definido por una trayectoria histórica), por categorías
líquidas político-partidarias (los partidos son sus líderes y sus votantes y,
por tanto, susceptibles de cambios).
La corrupción estructural y las tres crisis
sistémicas (del régimen político, del modelo financiero/económico, y del bloque
mediático y propagandístico) que la acompañan así lo indican: en los últimos 25
años, la política (desde la monarquía hasta las pequeñas instituciones locales)
ha servido para mediar y medrar entre empresarios necesitados de contratos,
facilitando adjudicaciones, licencias, recalificaciones, favores, fusiones,
tanto dentro como fuera del país.
Oligarquía política
Este capitalismo español concentrado ha ayudado a que los
partidos y sus líderes se sitúen en una posición privilegiada dentro del poder
económico, cual oligarquía perestroikiana, hasta ser un reflejo del mismo,
ocupando así sus más altas posiciones. Los gobiernos de nuestra historia
democrática y predemocrática se abrazan en el Ibex35, en un imparable juego de
puertas giratorias. En el Grupo Santander están UCD, el PSOE y el PP: el actual
vicepresidente, Matías Rodríguez Inciarte, fue ministro de la Presidencia con
UCD; el consejero Guillermo de la Dehesa fue secretario de Estado de Economía y
arquitecto de las privatizaciones en los 80 con el PSOE; Isabel Tocino,
ministra de Medio Ambiente con el PP, también es consejera.
En Gas Natural, nuestro presidente más longevo (14 años),
Felipe González, fue consejero hasta el año pasado; retrocediendo al Ibex de
los años 90, encontramos a otro expresidente, Leopoldo Calvo Sotelo, como
consejero de Ferrovial; y en otra gran constructora, OHL, se unen pasado y presente:
su actual presidente y propietario, Juan Miguel Villar Mir, remite a la
Transición --fue vicepresidente y ministro de Economía del primer Gobierno del
Rey (1975)--; su actual CEO, peso pesado en los dos Gabinetes de Aznar, es
Josep Piqué, ex ministro de Exteriores, Industria, Ciencia y ex portavoz
del gobierno.
Los políticos que acaban en el Ibex no son sujetos aislados,
sino que tienen una singularidad y una unidad específica como grupo, lo que les
constituye como un bloque de poder ‘económico’: se extienden por 29 de las 35
empresas del Ibex35 actual. Forman así parte de un grupo de presión muy
relevante, pues el simple estornudo de estas empresas asusta a toda la
economía: su cotización es una muestra de salud interna y muchas de ellas
entran, por su riesgo sistémico, en la lista de las ‘entidades susceptibles de
rescate’, las denominadas “too big to fail”.
Ese grupo de políticos/empresarios forma, junto a los
empresarios puros, una clase pacíficamente desunida dentro del Ibex35, en el
que hoy se cruzan alianzas y enfrentamientos y se desarrolla la pugna por
conseguir la posición dominante en la economía. Hay mucho en juego.