Publicado en Sistema Digital el 13 de septiembre de 2013
La puesta al día de los datos internacionales sobre transacciones financieras por el Banco Internacional de Pagos es una buena excusa para volver sobre los beneficios de los impuestos o tasas destinados a gravarlas. Pero en estas líneas me limitaré simplemente a poner de manifiesto la extraordinaria capacidad de captación de recursos que tiene este tipo de impuestos sobre las transferencias financieras (ITF), y no voy a entrar en el análisis de otras ventajas e inconvenientes que llevan aparejados.
Establecerlos parecía hace unos años un sueño imposible, aunque algunos premios Nobel tan poco sospechosos de radicalismo como James Tobin lo hubieran defendido hace ya cincuenta años. Es cierto que hoy día solo unos pocos países han avanzado en la práctica en esa dirección, aunque eso ya es significativo, pero es sintomático también que la propuesta ya no la hagan solamente los movimientos sociales u organizaciones de izquierdas, sino incluso muchos gobiernos conservadores.
Los bancos y los grandes centros de poder financiero se oponen a ello tajantemente, difunden análisis que les achacan todo tipo de inconvenientes y hacen todo lo posible por abortar cualquier propuesta que se haga al respecto. Pero la implantación de impuestos sobre las transacciones financieras es cuestión de tiempo. Terminarán existiendo de modo generalizado y serán el inicio de una nueva era de relaciones y políticas financieras en el planeta.
A veces cuesta defenderlos porque para la gente normal y corriente no es fácil hacerse una idea exacta de lo que representan las transacciones financieras, de las que solo una ínfima parte está vinculada a operaciones reales, de creación efectiva de riqueza, pues en su gran mayoría son puramente especulativas.
Para tener una referencia, baste saber que el Producto Interior Bruto mundial, es decir, el valor monetario de toda la actividad económica que se lleva a cabo en el planeta, es de unos 60 billones de euros y el de España de 1 billón.
Pues bien, según los datos que acaba de publicar el Banco Internacional de Pagos (aquí) solo en el mercado de divisas circulaban diariamente en abril de 2013 unos 4 billones de euros. Si aceptamos que hay unos 250 días al año en que se hacen estas operaciones resulta que su valor total anual sería de unos 1.000 billones de euros, es decir, 16,6 veces más que el PIB mundial.
Pero a esas operaciones en el mercado de divisas habría que añadir, entre otras, las que se llevan a cabo mediante distintos tipos de productos financieros derivados de tipos de interés over-the-counter (OTC), es decir, de modo bilateral entre las partes y no en mercados organizados. Según el Banco Internacional de Pagos (datos aquí) el valor diario de estas operaciones es de 1,72 billones de euros, lo que haría un total de 430 billones al año.
La suma de ambos tipos de operaciones sería, por tanto, de 5,72 billones de euros al día, o unos 1.430 billones al año en todo el mundo, es decir, 24 veces más que el PIB mundial.
Ahora bien, tal y como acabo de señalar, esa cantidad se refiere solo a las operaciones en los mercados de divisas y en los OTC, pero es evidente que en los mercados financieros hay otras muchas variedades de transacciones.
El cálculo mundial del valor de todas ellas es más difícil porque habría que obtenerlo de la información que proporcionan todos los bancos centrales, que es muy diversa y difusa. Pero para que nos hagamos una idea de su magnitud podemos presentar solamente el de las correspondientes a la Eurozona que ofrece el Banco Central Europeo.